Treinta empresarios y productores de Lanzarote, arropados por el alcalde en el histórico Ayuntamiento de Valladolid

Foto. Elpejeverde.com. El Alcalde de Valladolid en el balcón del ayuntamiento vallisoletano con la delegación de Lanzarote esta mañana
S.Calleja
El salón de actos del Ayuntamiento de Valladolid olía esta mañana a vino de Lanzarote, a queso y a mar. A isla. Frente a la vieja fachada neorrenacentista de la Plaza Mayor, la Casa Consistorial abrió sus puertas a una delegación de empresarios, bodegueros y productores de Lanzarote, recibidos por el alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, y la concejala de Turismo, Eventos y Marca Ciudad, Blanca Jiménez Cuadrillero.
La representación lanzaroteña estaba encabezada por Nori Machín, consejera de Promoción Económica del Cabildo de Lanzarote, que ejerció de hilo conductor entre dos territorios que se conocen más de lo que parece: muchos vallisoletanos huyen del frío extremo del invierno hacia el alisio templado; muchos lanzaroteños miran con atención la cultura de la tapa y el peso gastronómico de Valladolid.

“Grandes no solo por su gastronomía y vinos, sino por su conjunto”
En el salón de actos, Carnero recibió “con cariño” a la expedición isleña. No fue un saludo de trámite. Valladolid vive de sus barras, de sus bares y de su prestigio en torno a la tapa, y sabe reconocer cuando delante hay producto serio. El alcalde definió a los lanzaroteños como “grandes ya no solo por su gastronomía y vinos, sino por su conjunto”, una frase que sonó a algo más que cortesía protocolaria.

Para Carnero, dijo ante los asistentes, es un orgullo recibir a una delegación de una isla “que muchos vallisoletanos visitan en invierno, cuando aquí el clima se vuelve extremo, buscando la calidez de Lanzarote, no solo la del tiempo, también la de su gente”. La escena tuvo algo de intercambio silencioso: ustedes nos acogen cuando nos helamos; hoy les abrimos la casa consistorial.
La delegación entregó al alcalde una bolsa con productos de la isla: sal de las Salinas de Janubio, vermú, quesos y otros elaborados. Una pequeña cesta-resumen de lo que Lanzarote quiere proyectar fuera de sus fronteras: calidad, origen reconocible y relato propio.

Blanca Jiménez y la cuenta pendiente de los vuelos
La concejala de Turismo, Blanca Jiménez, introdujo un matiz menos solemne y muy concreto: la conectividad. Lamentó que Ryanair haya suprimido los vuelos directos entre Lanzarote y Valladolid, una ruta que facilitaba el flujo natural entre ambas orillas. Ahora es Binter la que mantiene la conexión, pero los precios, reconoció, son en muchas ocasiones muy elevados, lo que limita el potencial turístico y económico del vínculo.

La paradoja es clara: dos destinos que se miran con simpatía, con intereses cruzados en turismo y gastronomía, pero atados a una oferta aérea insuficiente o poco competitiva. En el salón, el producto viajaba sin trabas; en el aire, las cosas no están tan fáciles.
Tapas, sinergias y la idea de un concurso autonómico
El viaje de esta delegación lanzaroteña coincide con el Concurso Nacional de Tapas de Valladolid, donde participan tres cocineros canarios, uno de ellos de Lanzarote. El grupo que acompaña a Nori Machín es una pequeña radiografía del sector primario y gastronómico isleño.

Uno de los miembros del grupo lo enumera casi de carrerilla:
“Está Eduardo Ferrer, que lleva toda la parte de gestión de eventos . Tenemos un bodeguero que es Víctor, de Vulcano. Está Carlos, de Flor de Luz, que vino también en la presentación de Aqual y es vicepresidente, además de tener su quesería. Luego está Chesco, que también se encarga de gestión de eventos. Tenemos restauración Marcos del Risco, un compañero con restaurante en Puerto del Carmen, Fefo con sus mermeladas, Philip de Bernardo, Salinas de Janubio, la pastelera Adelia… y más restauradores, incluso de La Graciosa”.

La lista dibuja algo importante: casi toda la cadena del producto y la restauración de la isla tiene representación en Valladolid. Y detrás hay una idea:
“En realidad lo que se quiere es proyectar la posibilidad de que se haga una fiesta de la tapa, primero insular y luego incluso autonómica, de Canarias”, explica. Sobre la mesa se maneja ya un horizonte temporal: 2026. “Ellos son los que saben si tienen las perras o no”, remata, con realismo económico.

El modelo está claro: si en Valladolid la tapa es bandera, ¿por qué no articular en Lanzarote –y en el resto de Canarias– un gran evento que una restauración, productores y turismo, con el producto local como centro?
Enoturismo, “storytelling” y una cata de uvas
El viaje incluye, además del acto institucional, una especie de “cine tour”: visitas a bodegas, recorridos a pie, catas y explicaciones técnicas. “Hicimos hasta catas de uva. Yo nunca había hecho una cata de uva”, cuenta uno de los queseros. No se trataba solo de probar vino, sino de entender si la uva está en su momento ideal, cómo se trabaja el viñedo, qué hay antes de la botella.

La experiencia les recuerda otro viaje con el Cabildo, en 2018, a Bilbao, donde ya vieron cómo el restaurador se convierte en narrador: el famoso storytelling. Que te cuenten de dónde viene el producto, quién lo pesca, quién lo ordeña, quién lo recoge, por qué ese plato tiene sentido en ese territorio.
El modelo que observan estos días en Castilla y León va en esa línea: unir restauración, productores y sector turístico. Vendimias abiertas al visitante, pequeños grupos que participan en el proceso, experiencias en sidrerías o bodegas. “Al final se trata de buscar otra entrada más para el productor”, resumen. Menos discurso abstracto y más puertas abiertas.
De la Plaza Mayor a los volcanes
El detalle del queso al alcalde y la foto de grupo en el histórico Ayuntamiento pueden parecer pura liturgia institucional. Pero para muchos de los que han venido desde Lanzarote tiene un valor añadido: les permite verse y hablar entre ellos fuera de la carrera diaria. “Algo que no solemos apreciar de estos viajes es que aprovechamos y nos vemos con restauradores, con productores, y hacemos sinergia; a veces en el día a día de Lanzarote no nos da tiempo”, admite uno de los presentes.

En la Plaza Mayor de Valladolid, bajo la torre del reloj de la Casa Consistorial, hoy se cruzan dos tradiciones muy serias con la comida: la de la tapa castellana y la del producto atlántico. La política, por una vez, ha puesto el marco sin estorbar demasiado: un alcalde que se implica, una concejala que habla sin rodeos de vuelos y precios, una consejera insular que empuja para que en 2026 la palabra “tapa” suene en Canarias con la misma seriedad institucional que suena en la meseta.
Lo demás dependerá de tres cosas muy poco poéticas: presupuesto, voluntad política y conexiones aéreas. Mientras tanto, el queso, la sal, el vermú y el vino ya han hecho su trabajo: recordar, en pleno corazón de Castilla, que en una isla pequeña se está cocinando algo que aspira a ser grande “no solo por su gastronomía y vinos, sino por su conjunto”.