lunes, 21 abril 2025

Un parque para los vivos: la propuesta de Santana que Arrecife necesita

Foto aérea del antiguo cementerio.

S. Calleja

Aún recuerdo la primera vez que, siendo un niño curioso en los años 80, crucé las puertas del antiguo cementerio de Arrecife. Entre la maleza y el abandono, asomaban huesos blanquecinos de tumbas que habían perdido la batalla contra el tiempo. Era un espectáculo lúgubre, casi poético, como si el mismísimo Espronceda hubiera encontrado en Lanzarote la inspiración para sus versos:

"Me gusta un cementerio de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno que impida el respirar..."

No era solo un cementerio; era un recordatorio de que la desidia puede convertir hasta la muerte en un chiste macabro. Décadas después, esa misma parcela sigue exhalando abandono, solo que ahora su estampa no es la de huesos que emergen, sino de basuras apiladas, ratas celebrando su festín y, en una ironía propia del absurdo, un pequeño contingente de aves invasoras –las garzas bueyeras– que han convertido este muladar en su trono.

Pero hay quien, con una miopía desquiciante, defiende con uñas y dientes la permanencia de estas aves como si de un patrimonio sagrado se tratase. Como si fuera preferible sostener la soberanía de unas cuantas garzas sobre la oportunidad de convertir este espacio en un pulmón verde para Arrecife. Como si el progreso y la calidad de vida debieran subordinarse a la protección de una especie que ni siquiera es autóctona.

 

El consejero Armando Santana ha lanzado un desafío a la inercia: transformar los 10.000 metros cuadrados de este exilio de la dignidad en un gran parque urbano, un espacio para el esparcimiento, la salud y el bienestar de los ciudadanos. Un proyecto de sentido común, alineado con los principios urbanísticos más modernos, que entienden que una ciudad con parques es una ciudad más habitable, más humana.

 

Lo que Santana propone no es un simple lavado de cara, sino una cirugía mayor para Arrecife. Hablamos de una intervención que mejorará la salud pública, reducirá la contaminación visual, ofrecerá un refugio para el ocio y la cultura, y que, sin duda, revalorizará la entrada de la ciudad. ¿Qué tiene esto de malo? Solo en la mente de los iluminados que confunden protección medioambiental con fetichismo ecológico puede caber semejante objeción

La ciencia es clara: los espacios verdes mejoran la calidad de vida, reducen el estrés y aumentan la cohesión social. Mientras tanto, la basura y la descomposición solo generan plagas, enfermedades y una imagen decadente de una capital que merece más.

Aquí no hablamos de deforestar una selva para construir un centro comercial, sino de recuperar una zona completamente degradada y ponerla al servicio de quienes pagan impuestos y merecen algo mejor que un vertedero aviar.

Mientras que en Europa se avanza hacia la regeneración de ciudades con zonas de recreo amplias, aquí seguimos con el debate absurdo de si la prioridad debe ser el ciudadano o un puñado de aves exógenas que ni siquiera pertenecen a este ecosistema.

 

La propuesta de Santana es un ejemplo de lo que debería ser la política: soluciones concretas para problemas reales. Pero, en esta era de infantilización ideológica, la razón choca con los dogmas de de personas más preocupada por la retórica que por la realidad.

¿Queremos una Arrecife que apueste por la salud, la estética y la funcionalidad? ¿O queremos seguir atrapados en el sentimentalismo absurdo de quienes creen que la mejor política es no hacer nada?

El Cabildo y el Ayuntamiento tienen en sus manos la posibilidad de demostrar que no gobiernan para las aves, sino para las personas. Porque, al final, la verdadera pregunta es esta:

¿Qué legado queremos dejar a las generaciones futuras: un cementerio de escombros o un parque donde la vida florezca?

 

Bingo sites http://gbetting.co.uk/bingo with sign up bonuses