lunes, 01 septiembre 2025

Isidro Pérez denuncia la imagen negativa del aeropuerto para una isla turística

Pejeverde

La primera postal de la isla —el borde del aeropuerto César Manrique— lleva meses enseñando su peor ángulo: basura en los parterres, palmeras mal podadas, montículos de hojas secas en las esquinas. Lancelot Medios lo ha ido mostrando en imágenes y, la verdad, cuesta discutirlo. Aena reconoce que el arreglo, “como mínimo”, no arrancará hasta mediados de octubre. Y esta mañana, en la 90.2 FM, el alcalde de San Bartolomé, Isidro Pérez, pasó por Elpejeverde para contar qué puede —y qué no— hacer el municipio mientras tanto.

No tenemos competencias ahí”, arrancó. El perímetro exterior del aeropuerto es territorio Aena, y San Bartolomé no puede entrar como si fueran los jardines de una plaza municipal. Además, el alcalde comparó con actuaciones recientes en Playa Honda: “La intervención no es una cuestión de seguridad como hemos hecho en las unidades de actuación”, dijo, recordando “cuando demolimos la ‘Maui’” y “cuando asfaltamos la unidad de actuación número 3”. Allí, explicó, había informes técnicos que le “validaban para tomar una decisión”. En el aeropuerto, en cambio, “no hay informes de seguridad o de afectación para las personas” que permitan justificar una entrada municipal con gasto propio y posterior repercusión a Aena.

El matiz no es menor: sin “primera necesidad” ni riesgo acreditado, cualquier actuación del Ayuntamiento puede quedarse en el limbo contable. Y es que, sin papeles, no hay obra. “Esa es la diferencia”, subrayó. El mensaje, en esencia, es jurídico-administrativo… y también político: el Consistorio quiere, pero Aena debe.

Entre tanto, la isla vive de su imagen. Tres millones de turistas cruzan esas aceras cada año y, por si fuera poco, la primera impresión se forma ahí, entre la cinta de equipajes y la rotonda de salida. En antena, la pregunta fue directa: ¿no se puede tensar desde el Congreso para que Fomento apriete a Aena? El programa deslizó que “está previsto que entre una empresa nueva para el mantenimiento en noviembre” y reclamó un parche hasta entonces. El alcalde respondió que “se ha hecho, se ha exigido, se han mandado notificaciones”. Aena, añadió, sí reacciona rápido “con la depuradora cuando da olores o cuando tiene presencia de mosquito”. Pero con los jardines, la respuesta se ha encallado entre “una licitación”, “juicio de por medio” y líos laborales en la contrata. Traducido: papeles, juzgados y una valla que acumula hojas.

Pérez dejó una escena que retrata bien la asimetría: “Nos solicitaron que por favor fuésemos a baldearle la zona de contenedores”. Y San Bartolomé fue. “Una administración humilde colaborando con un monstruo como es AENA”, soltó, con una ironía que sonó a resignación. Colaborar, sí. Sustituir, no. Porque, sin expediente que lo ampare, el Ayuntamiento no puede convertir una manguera puntual en contrato de jardinería a pulmón.

El regidor también recordó peticiones hechas “al aeropuerto o a AENA” que siguen en cola. Una, muy concreta: “los accesos a la terminal 1 que sean privativos para los servicios públicos” y así evitar los colapsos de taxis, guaguas y emergencias. Es urbanismo de sentido común: si la puerta está siempre atascada, todo lo demás se resiente. La imagen, también.

El calendario es la úlcera. Aena ha trasladado que la limpieza y la jardinería no arrancarán hasta “mediados de octubre” como pronto; en paralelo, se menciona “noviembre” para la entrada de la nueva empresa de mantenimiento. Entre una fecha y otra, dos meses largos en temporada alta. En radio, el alcalde lo redujo a una consigna: “Lo que tendremos que hacer es seguir exigiendo al Congreso de los Diputados o a AENA a nivel nacional”. O sea: presión política, insistencia administrativa y esperar a que la licitación salga del atasco.

El contraste con Playa Honda fue el hilo conductor de Pérez para explicar por qué en un sitio sí y en otro no. La demolición de la “Maui”, el asfaltado de la unidad famosa “delante de los comercios asiáticos”… allí había informes, deterioro, riesgos, vecinos. En el aeropuerto hay mala hierba y mala postal y, aunque duela en una isla que vende postales, no basta para saltarse las reglas. “Ojalá todas las demandas que le hayamos hecho… sean contestadas”, deslizó, y dejó la frase flotando como una poda a medias.

Quedó claro, además, que no se va a cruzar ninguna línea amarilla sin papeles. Ni para bien ni para mal. El Ayuntamiento no va a invadir competencias para luego rezar porque el interventor mire hacia otro lado. Y Aena —“el monstruo”— tiene su propio ritmo, más cercano al Boletín que al calendario turístico.

La crónica, por tanto, es de espera vigilante. Las hojas se amontonan. Las fotos siguen llegando a redacción. El vecino lo comenta en el bar. Los turoperadores no salen en la foto, pero todos sabemos que el primer juicio de un visitante se forma en ese pasillo exterior. Si ahí hay bolsas, polvo y palmeras desmochadas, la isla empieza perdiendo por goleada. No es un drama, pero es un síntoma. Y, a estas alturas, Lanzarote se merece clínicas, no analgésicos.

Mientras llega octubre —o noviembre—, San Bartolomé seguirá baldeando lo que le pidan y apretando lo que pueda. Aena dirá que el expediente avanza. El Cabildo recordará las cartas. Y el aeropuerto, que es de todos cuando conviene y de nadie cuando toca barrer, seguirá retratándose solo. Con hojas en los rincones.

 

 

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