David de la Hoz Fernández, diputado del grupo CC-PNC y número dos en la lista al Parlamento por la isla de Lanzarote
La ciencia lleva décadas hablando sobre el cambio climático, de los riesgos que de él se derivan para el futuro de nuestro entorno —en el que se suman sociedad y biosferas— y de la caducidad de nuestra forma de vida. Numerosos líderes políticos en todo el mundo han comenzado a recorrer el camino de la sostenibilidad y han incorporado estas ideas a sus proyectos y acciones. Por su parte, la ciudadanía se ha situado como parte de la vanguardia activa en la lucha contra la cultura de lo desechable —imperante desde el comienzo de siglo— y a favor del cuidado del entorno.
En estos momentos no resulta posible negar la realidad. Es más, estamos llegando tarde y, en muchos casos, mal. Sin embargo, a pesar de la rotundidad de los datos y de las evidencias que la realidad pone a diario ante nosotros, aún es posible aprovechar la ventana de oportunidad que estos tiempos de crisis nos han brindado para cambiar el modelo.
¿Qué significa, en sentido estricto, cambiar de modelo? Nos encontramos en una encrucijada. El estudio del antropoceno —la era geológica determinada por el impacto del ser humano sobre el planeta— evidencia que lo que hemos venido haciendo hasta ahora y, sobre todo, la manera en que lo hemos estado haciendo, no funciona. Los problemas no hacen sino acumularse desde hace decenios: a diferencia de las primeras sociedades del desarrollismo nosotros sí somos conscientes del agotamiento de los recursos y de los excesos de desechos que se acumulan a las espaldas de nuestra civilización.
Canarias ha iniciado la senda del cambio. En los últimos veinte años hemos experimentado un desarrollo sin parangón que era necesario para constituirnos como un espacio social integrado en Europa. Lo hemos hecho hasta el punto de que en algunos de nuestros más específicos ámbitos de acción somos referentes internacionales. Ahora, en esta Canarias desarrollada y contemporánea, los retos son otros y es nuestra responsabilidad aprovechar todas las oportunidades que se nos presentan para enfrentarlos con eficacia.
Se ha vuelto necesario repensar la acción política y orientarla hacia la sostenibilidad: se trata de un ejercicio de responsabilidad inaplazable que además nos acerca hacia el estado del bienestar contemporáneo. Se trata de hallar nuevos equilibrios entre desarrollo y cuidado, entre sociedad y territorio, y esa búsqueda sólo puede ser exitosa si se parte de un conocimiento del medio, si se piensa desde un panorama de lo localizado.
Es ahí donde nuestro nacionalismo se vuelve determinante, pues la experiencia de gobierno y la experiencia de lo local ponen en nuestras manos las herramientas decisivas para el cambio. Hace tiempo que el nacionalismo canario viene pensando y repensándose con vistas a los nuevos compromisos: así ha quedado expresado en el llamado bionacionalismo, que no sólo tiene que ver con el medio ambiente, sino con la economía, la educación, el turismo, la cultura y la movilidad.
Bajo este enorme paraguas se han puesto en marcha actuaciones muy beneficiosas para nuestras Islas. Desde el Parlamento de Canarias he tenido la oportunidad de impulsar la lucha contra el plástico, mediante una proposición no de ley que fue respaldada por todos los grupos políticos y ha dado lugar a la Estrategia Canaria contra el Plástico.
También desde mi escaño por Lanzarote he impulsado un proyecto de desarrollo de los núcleos urbanos de las reservas de la biosfera, en el que creo firmemente y que repercute en importantes mejoras en el archipiélago. Se trata de concebir las ciudades y el urbanismo, en armonía con el entorno natural. Una iniciativa en la que se integra el proyecto de “Arrecife, capital de la reserva de la biosfera”.
El bionacionalismo en el que creo y que poco a poco va calando por toda nuestra geografía no pone el acento en medidas exclusivamente ecológicas, sino que potencia en todos los ámbitos el binomio ciudadanía y entorno. Además, lo hace de un modo integral, por lo que atiende en especial y con la máxima ambición al sistema educativo. En esta senda se sitúa también otra de las medidas insignia de este enfoque ideológico nacionalista, que también he impulsado desde el Parlamento de Canarias, la creación de la asignatura de Emocrea, que ha llevado a las aulas de las Islas la educación emocional. La creación de una conciencia individual y colectiva, consciente de la conexión consigo misma y con el medio, es una de las vías esenciales de este cambio en el que se entiende Canarias como un lugar de encuentro y de autoconciencia.
Este tipo de medidas puestas en marcha se unen a otras, como el fortalecimiento de los sectores agrícola y ganadero, la mejora y abaratamiento del transporte público y de la conectividad entre Islas y con Europa, la descarbonización del archipiélago o los avances en el terreno de la energía eólica. En este último campo también nos situamos en una posición de liderazgo: somos la comunidad autónoma donde mayor inversión se ha realizado durante la presente legislatura.
Concebir esta nueva realidad y ver Canarias con unas gafas nuevas, las de la sostenibilidad, nos ha llevado necesariamente a adentrarnos en la senda de la economía circular. Somos conscientes de las dificultades que los territorios insulares tienen en cuestiones como la gestión de residuos y estamos poniéndonos al día en esta asignatura pendiente.
Si bien nuestra comunidad autónoma cuenta con un alto número de espacios naturales protegidos (hemos trabajo mucho y muy duro para que así sea), más allá de proteger, tenemos también que regenerar y recuperar. Un proyecto muy interesante que lo ejemplifica bien es el de recuperación de los sebadales en la marina de Arrecife.
Somos, y debemos seguir siendo, referentes en el mundo. Estamos liderando procesos internacionales de especial relevancia, como he podido comprobar cada vez que he sido invitado a foros, congresos y otros espacios relacionados con el medio ambiente y la sostenibilidad. Y queremos ser la voz de los territorios insulares en el mundo.
Creo en una Canarias contemporánea y sostenible. Creo en nuestro potencial y en las oportunidades presentes y futuras. Y seguiré trabajando para que este proyecto ideológico bionacionalista siga creciendo y haciéndonos avanzar en máxima armonía con nuestros espacios naturales, nuestra cultura y el progreso de la ciudadanía.