El Ministerio aligera gastos; el furtivo, la nevera: recortes en la mayor reserva del país
S.Calleja
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha decidido soltar lastre en una asunto más serio de lo que parece: la vigilancia de la mayor reserva marina del país. Sí, otra vez. En la práctica significa menos tripulaciones, menos horas en la mar y más oportunidades para quien vive de burlar la ley. Aquí, en el Archipiélago Chinijo, eso no es teoría: es costumbre. Y mientras tanto, la dirección socialista en Lanzarote y la Delegación del Gobierno guardan silencio .
La verdad es que hablar de es zona como si fuera un charco es una falta de respeto. Son más de setenta mil hectáreas, islotes salvajes y un corredor donde convergen pesca artesanal, biodiversidad única y la zorrería de los de siempre. Para eso se necesitan turnos, gasolina, equipos que sepan cada veril, cada resguardo, cada horario real de la vida en la mar. Cuando se pasa de dos tripulaciones a una y se reduce la operativa diaria a siete horas y media, lo que se recorta no es un gasto: es la presencia. Y en la mar, la presencia es disuasión. Sin ella, se abre la puerta como quien deja las llaves del coche puesta con la esperanza de que no te lo roben.
La hemeroteca es cabezuda. Cuando faltó vigilancia —ustedes lo recuerdan— se multiplicaron las historias de siempre: sacos de pescado decomisados, droga para el Risco sin problemas, fardos en Alegranza, ricas pardelitas recién nacidas, fusiles donde no se debe, lances en zonas vedadas como Montaña Clara o los Roques. Además, quienes trabajan legalmente, con su licencia, su censo y su cupo, lo notan primero: de madrugada, una estela corta el silencio entre Alegranza y la costa norte; por la mañana, el rumor corre en Caleta de Sebo; al mediodía, en el muelle, todos saben que “anoche hubo movimiento”. Así se erosiona una reserva: no con un gran escándalo, sino con un goteo de pequeñas victorias del furtivo o narco.
Y es que Madrid presume de modernización, de patrulleras con nombres bonitos —“Isla de Nubes”, qué poético— y de resoluciones que actualizan censos y criterios. Muy bien. Pero un barco amarrado no vigila. Un BOE no avista una boya movida en la noche. Un pliego recortado a la mitad no patrulla. Si el Ministerio aprieta el cinturón donde hace falta músculo, lo demás es decoración.
El contexto no invita precisamente al descuido. Canarias es ruta y objetivo de redes de narcotráfico y contrabando con recursos, logística y paciencia. Bajar la guardia en un área tan extensa es regalarles tiempo. Y tiempo, en este juego, es pescado fuera de talla, especies protegidas en neveras equivocadas y, de propina, desánimo entre quienes hacen las cosas como toca. ¿De verdad alguien en Madrid cree que la Guardia Civil del Mar, sin un refuerzo específico, puede suplir el trabajo de guardapescas que conocen cada piedra? Es como pedirle a un médico de urgencias que además haga de farmacéutico, de celador y de gerente. Puede apañar, pero no es lo mismo.
Seguro que escucharemos el clásico: “es un ajuste temporal mientras se reorganiza el servicio”. También dirán que las competencias se comparten y que el Gobierno de Canarias debe arrimar el hombro. Y, cómo no, que la vigilancia general sigue ahí. Vale. Entonces, que lo demuestren: fechas, presupuesto, número de tripulaciones, calendario de patrullas, métricas de inspecciones y decomisos por trimestre. Sin papeles y sin cronograma, la palabra “temporal” suena a “indefinido”.
Aquí alguien debe dar la cara. El delegado del Gobierno en Canarias, tan locuaz para otras cuestiones, tiene la obligación de explicar qué está pasando y cuándo se corrige. Y la secretaria general del PSOE en Lanzarote, tan rápida para exigir rigor ambiental cuando el problema estaba en la acera de enfrente, debería decir si respalda el tijeretazo de su Ministerio o si va a exigir que se revierta. Callar en este asunto no es prudente: es complicidad por omisión.
En Lanzarote ya conocemos el truco: cuando arriba recortan, abajo se nos pide paciencia. Pero la paciencia del Estado, en la mar, es el tiempo que tarda en llenarse la nevera equivocada. La Reserva Marina de La Graciosa no se defiende con eslóganes ni con brindis al sol; se defiende con tripulaciones, con horas en la mar y con una política que no le tiemble el pulso cuando toca poner medios. Si el Ministerio insiste en recortar y la dirección socialista insular sigue muda, no hablamos solo de mala gestión: hablamos de falta de respeto a un patrimonio común que ustedes y yo queremos dejar intacto a quienes vienen detrás.