lunes, 08 septiembre 2025

Lluvias en Arrecife: De León adelanta en ElPejeverde el “paraguas” que pide Argana

Pejeverde

Hoy en Lancelot Radio (90.2 FM), en El Pejeverde, Yonathan de León llegó con un mensaje claro: la lluvia no se resuelve con titulares. “Qué estamos haciendo y qué hemos hecho de aquí para detrás. Y no quiere decir que sea a partir de ahora”, soltó pronto, como quien coloca las cartas boca arriba. La verdad es que se agradece. Menos humo, más verbo.

La exclusiva fue directa y sin rodeos: un “proyecto paraguas” para Argana Alta. Lo llamó así, sin maquillaje, porque así lo llama medio Arrecife desde hace años. “El famoso paraguas que todo el mundo dice que hay un proyecto. Yo no he visto el proyecto por ningún lado”, admitió. Y acto seguido, el compromiso: están redactando los pliegos para entregar el proyecto al Consejo Insular de Aguas. Es decir, bajar del “se dice” al papel. Además, dejó claro el objetivo de fondo: encauzar aguas arriba para que, cuando caiga otra gorda, Argana no vuelva a vivir la misma película de garajes inundados, comercios con las cajas en alto y vecinos con la fregona hecha un asco.

El tono del alcalde fue práctico. Nada de milagros, nada de “lo arreglamos en dos tardes”. “La maquinaria está engrasada”, dijo; la frase sonó a taller más que a despacho. Y es que no pararán expedientes por el hecho de que haya fiestas en la capital. “Independientemente de que se hagan eventos festivos… la maquinaria sigue”. Bien traído. En Arrecife, a veces, cuando hay verbena parece que todo lo demás se queda en pausa. Hoy, al menos en antena, el mensaje fue el contrario.

Abril aún escuece. Quien vive en Argana, Titerroy o por el entorno del Charco sabe lo que es mirar al cielo con la misma costumbre con la que uno mira el parte de la mar. Lluvia fuerte y la ciudad se convierte en un tablero con casillas que ya conocemos: la Vía Medular como barranco improvisado, tapas de imbornal que no dan abasto, locales cerrando a toda prisa para salvar género. Por eso la palabra “paraguas” no es solo una metáfora simpática; aquí significa obras reales: encauzamientos, tanques de tormenta, colectores que saquen el agua de donde hace daño y la lleven a donde debe estar. Si no hay eso, lo demás es música de fondo.

 

 

El alcalde tuvo un gesto que vale la pena subrayar: reconocer que ese famoso proyecto, tal cual, no estaba. No se escondió detrás del “alguien lo tenía”. Dijo que no lo vio y que por eso lo están redactando. Esa sinceridad, sin alharacas, sirve. Porque a partir de ahí ya no cabe el truco de siempre —“el expediente estaba en una estantería”—, sino la pregunta útil: ¿cuándo estará listo, cuánto cuesta y cuándo se ejecuta? Esa es la conversación adulta.

También dejó claro que hay proyectos de transformación en marcha y otros específicos de pluviales. No dio el Excel en directo —tampoco era un pleno—, pero marcó una línea temporal: ahora pliegos, después proyecto, luego Consejo Insular, y a partir de ahí, obra. Y es que de poco sirve llenar la plaza de luces si al primer chaparrón el agua vuelve a buscar su camino de siempre: por León y Castillo, por Pérez Galdós, por donde pilla. El agua es terca; si no le das salida, entra por la puerta.

Queda lo importante: fechas, metros, importes, tramos. Lo que se mide, mejora. Lo que no, se olvida. Arrecife ya aprendió a la fuerza a desconfiar de los anuncios que no se pueden contar con los dedos: cuántos imbornales limpios, cuántos nuevos, cuántos metros de colector, qué calles se alivian primero. Si el “paraguas” va en serio, lo veremos en un plano y, más tarde, en la factura de la obra. Y, sobre todo, lo notaremos cuando el próximo episodio de lluvia deje menos partes al seguro y más gente en su casa sin achicar a cubos.

 

 

La entrevista dejó una sensación doble. Respira porque, por fin, alguien coloca el “paraguas” en el centro y asume el marrón de escribirlo, tramitarlo y moverlo. Exige porque, a partir de hoy, ya no vale el paso corto ni la excusa de “no dependía de mí”: si el proyecto se entrega al Consejo, sabremos si la isla empuja; si no, se notará el silencio. Y es que la ciudadanía no pide milagros: pide papel, plazo y pared abierta. Pide que cuando prometas un encauzamiento, alguien a las ocho de la mañana esté marcando el asfalto para abrir zanja.

El alcalde salió del estudio con un compromiso que pesa: paraguas para Argana, pliegos en marcha y un mensaje de continuidad en la gestión, haya verbena o no. Bien. Ahora, lo de siempre: abrir el expediente, publicar el calendario y, cuando el cielo se ponga serio, comprobar si el agua, de una vez, sabe por dónde irse. Si ocurre, se notará en los portales secos y en las persianas abiertas. Si no, nos tocará volver a la radio, pero esta vez con las botas puestas y las preguntas más afiladas.

 

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