viernes, 30 mayo 2025

Del drama al dato: Lanzarote roza el pleno de servicios pero sigue exigiendo más

S.Calleja .Lanzarote, 28 de mayo de 2025.

Quien escuche algunos debates parlamentarios pensaría que Lanzarote languidece entre consultorios cerrados y colas interminables en Urgencias. El discurso victimista prende fácil —sobre todo en las bancadas de la oposición— porque siempre encuentra eco en las redes, genera titulares y alimenta la sensación de agravio perpetuo. Pero los datos dicen otra cosa: en la práctica, apenas un 0,2 % de los residentes de la isla vive en núcleos sin servicios esenciales; en Zamora esa proporción supera el 40 %. elconfidencial.com

El mapa que no vemos (aunque nos afecte)

El Centro de Estudios Demográficos (CED) acaba de trazar un mapa nacional de la “desconexión” que cruza distancias reales a centros de salud, colegios, institutos y hospitales. El caso más extremo que retrata es Tresviso (Cantabria): para que una ambulancia medicalizada llegue al pueblo, el 112 debe coordinarse entre Asturias y Cantabria, y el trayecto al hospital ronda las dos horas por carretera de montaña. elconfidencial.com

En Lanzarote, por contraste, cualquier vecino llega al Hospital Doctor Molina Orosa en menos de 45 minutos, aun saliendo de Órzola o Playa Blanca. Quien viva en Mala o Haría dispone de consultorio hasta las ocho de la tarde y, fuera de horario, un SUC que cubre la emergencia con helicóptero incluido si el caso lo requiere. ¿Que la tarde se llena y toca esperar? Sí. ¿Que falta una especialidad o se acumulan ambulancias en temporada alta? También. Pero atribuirlo a “abandono institucional” mientras pueblos enteros de la España vaciada piden simplemente que no les quiten la guagua escolar es, cuando menos, una hipérbole de salón.

La paradoja de la queja

Aquí surge la paradoja: la isla está objetivamente mejor dotada que la media, pero eso no significa que debamos conformarnos. El estándar canario —consultorios de 8 a 20 h y atención hospitalaria centralizada— se diseñó para una población menor y un turismo menos exigente. Hoy Lanzarote roza los 160 000 habitantes empadronados y recibe casi tres millones de visitantes al año; el modelo cruje en las puntas de demanda.

El propio Servicio Canario de Salud reconoce que las urgencias del Molina Orosa trabajan por encima del 110 % de su capacidad en Semana Santa y los puentes de invierno, y que la ratio de médicos de familia aún está un punto por debajo de la media nacional. Queda camino para recortar listas de espera, ampliar pruebas diagnósticas en la propia isla y dar más músculo al hospital de campaña que cada verano soporta parte de la presión asistencial.

Un debate que pide matices

Entonces, ¿dónde está el equilibrio? Probablemente en dos ideas sencillas:

  1. Conservar perspectiva. Recordar que mientras aquí discutimos si un consultorio del norte debería abrir 24 horas, en provincias del interior peninsular piden simplemente que no cierren la última farmacia o que la guagua escolar tarde menos de hora y media.

  2. Exigir mejoras sin tremendismo. Lanzarote debe aspirar a mejores servicios sanitarios —y educativos, y de movilidad— no porque estemos peor que el resto, sino porque podemos y debemos estar mejor. Contar con indicadores de excelencia turística obliga a traducirlos en excelencia sanitaria, no en complacencia.

Las comparaciones sirven para ilusionarse con lo que se ha logrado y, al mismo tiempo, evitar el conformismo. Si tenemos una economía envidiable frente a la España rural, no hay excusa para que la cartilla de un paciente se vea atrapada entre derivaciones al Insular de Gran Canaria o a centros peninsulares.

Del dato al compromiso

Los números fríos del CED revelan una verdad incómoda: la falta de servicios básicos es la antesala de la despoblación. En Lanzarote, que no sufre ese riesgo, la obligación se invierte: mantener y mejorar los servicios es la única forma de que el desarrollo turístico no disocie la calidad de vida del residente de la imagen exterior de la isla.

Por eso la discusión no debería centrarse en pintar un escenario de desastre —que no existe—, sino en diseñar agendas concretas: plantilla estable para urgencias, recuperación del programa de especialistas itinerantes, refuerzo de Primaria por las tardes y una segunda base del SUC para descongestionar el norte. Reivindicaciones legítimas, basadas en datos y alejadas del espectáculo de la queja fácil.

Porque sí, somos afortunados en algunas cosas —que nadie se ponga nervioso—, pero justamente por eso podemos permitirnos poner el listón más alto.

 

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