El rincón de Arrecife que conquistó a Repsol sin perder su esencia
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Pejeverde
En Arrecife ya nadie se pregunta qué es el Islote de Fermina. La verdadera cuestión es cuándo volver. Porque en ese pedacito de ciudad abrazado por el mar, la costumbre ha dejado paso a la fidelidad. Lo saben quienes madrugan para el desayuno con vistas. Lo confirman los que reservan los domingos para el brunch. Y ahora lo avala, con letra impresa y sello de autoridad, la Guía Repsol.
La emblemática publicación gastronómica ha incluido al Islote entre sus nuevos espacios destacados a nivel nacional, dentro de su edición especial pet friendly. Y no es casualidad. El reconocimiento —el que otorgan a lugares que no necesitan brillar para ser imprescindibles— llega justo cuando el Islote de Fermina se ha consolidado como el corazón vivo de Arrecife: moderno, accesible, cercano.
Gestionado por los Centros de Arte, Cultura y Turismo de Lanzarote, este enclave ha conseguido lo que pocos espacios logran: combinar cocina con identidad, cultura con frescura y una política clara de acogida a los animales de compañía que se integra con naturalidad en su propuesta. Aquí, el perro en la mesa de al lado no es un problema, es parte del paisaje urbano que respira libertad.
“El reconocimiento de Repsol refleja lo que somos: un espacio abierto, donde la cultura, la gastronomía y el ocio conviven con naturalidad”, dijo Ángel Vázquez, consejero de los CACT. En su discurso destacó también el orgullo de ver valorada la apuesta pet friendly, “porque habla de un centro en sintonía con la sociedad actual”.
Y quizás ahí radique la clave: el Islote no se fuerza en agradar, simplemente lo hace. Su carta, basada en producto local, cambia con el tiempo pero mantiene una personalidad firme. Su ambiente es relajado pero no improvisado. Su programación cultural no responde a modas, sino a una idea clara de comunidad.
La Guía Repsol, en su nueva selección de más de 250 espacios a lo largo del país, ha buscado lugares donde la experiencia tenga más peso que el envoltorio. En ese mapa, el Islote de Fermina aparece como una excepción notable en Canarias. No por falta de calidad, sino por falta de espacios que logren ese equilibrio entre buena mesa, cultura urbana y apertura total al visitante, sea humano o de cuatro patas.
Con este reconocimiento, el Islote no solo se gana una distinción nacional. Gana visibilidad, refuerza su papel como espacio público de referencia y, sobre todo, le recuerda a Arrecife que su mejor versión no necesita escaparates de lujo, sino continuidad, coherencia y comunidad.