domingo, 20 abril 2025

Los Buches, Trump y Putin: surrealismo garantizado en Arrecife

Pejeverde

No hubo viento ni lluvia que aguara la fiesta. El cielo se alió con la capital de Lanzarote y permitió que el Coso del Carnaval de Arrecife luciera en toda su magnitud. Fue un estallido de color, ruido y desparpajo, de esos que uno no olvida fácilmente, y que llenó desde la Rotonda de la Cruz Roja hasta el Recinto de Agramar de miles de almas entregadas a la diversión más desprejuiciada.

La cita arrancó puntual, con Los Buches abriendo paso a golpe de buchazo y la vieja fórmula infalible: folklore marinero, risas y tradición. Detrás, todo lo demás: los Diabletes de Teguise metiendo miedo al respetable, Charlot paseando su nostalgia muda, y hasta Donald Trump y Vladimir Putin —sus versiones carnavaleras, claro— saludando entre el gentío. El surrealismo elevado a arte popular. Arrecife, por un día, fue la ONU del disparate.

El desfile se prolongó durante horas, entre la algarabía de mascaritas y el ir y venir de las carrozas, auténticas naves de la imaginación disparada. De las veinticinco participantes, fue ‘Estrellado en la Selva de Agramar’ la que conquistó al jurado y se llevó el primer premio del Concurso de Carrozas, con su puesta en escena selvática y un despliegue técnico impecable. Tras ella, quedaron ‘Aladin The Film’ y ‘Mad Max’, dos propuestas que demostraron que Lanzarote sabe del arte de transformar un tráiler en espectáculo.

No faltaron clásicos del imaginario popular —ahí estaban Los Picapiedra, los Minions y hasta Kung Fu Panda—, ni las comparsas, siempre eficaces en su cometido de encender al público con coreografías milimétricas y vestuarios imposibles. Sur Caliente, Los Cumbacheros, Los Timanfeiros, Los Guaracheros y Los Yaiseros llevaron el ritmo; las batucadas Menuda Caña, Chimbay, Villa Pipol, Princesa Attenya y Ritmos del Sur pusieron la percusión; y las murgas, tanto adultas como infantiles, se encargaron de que no faltara la sátira necesaria para que el Carnaval no pierda su sentido crítico entre tanto confeti.

Entre medias, hubo espacio para gestos que valen tanto como las mejores carrozas: las zonas habilitadas por el Ayuntamiento de Arrecife para personas mayores, con movilidad reducida o necesidades sensoriales especiales. Una manera de decir que aquí caben todos, que nadie debe quedarse sin su pedazo de fiesta.

El Coso de Arrecife demostró, un año más, por qué es uno de los mayores orgullos festivos de Lanzarote y cómo la ciudad, cuando quiere, sabe entregarse sin reservas a la celebración colectiva. Una celebración que, como siempre, duró lo que duran estas cosas: lo justo para empezar a pensar en la del año que viene.

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