La sensibilidad forense de Corujo: autopsia de un desatino hoy en el pleno
S. Calleja
Dolores Corujo, con todas las credenciales para entender la mente humana porque ella es psicóloga, parece haber tropezado en una de las funciones más básicas del cerebro político: el momento adecuado emocional. La disonancia cognitiva es palpable cuando, en lugar de sintonizar con la frecuencia de la solemnidad, sintoniza con la de la oportunidad política.
Su más reciente "teoría" presentada en el pleno del Cabildo de Lanzarote parecería fascinante si se tratase de un experimento de campo sobre la resistencia del decoro ante estímulos políticos inoportunos. En un giro de eventos que ningún colega de Freud o Jung se atrevería a interpretar, Corujo transforma un minuto de silencio en un estrado para sus diagnósticos sectoriales.
¿Podría ser que la señora Corujo esté llevando la transferencia a un nuevo nivel? Uno donde los mensajes inconscientes de las altas esferas de la política la impulsan a manifestar síntomas de una desconexión con la realidad isleña, proyectando así una actitud que roza el egocentrismo profesional. Si el luto es un proceso para procesar la pérdida, Corujo parece empeñada en acelerar la curva del duelo colectivo con un discurso político tan prematuro como una interpretación fallida del Edipo Rey.
Al aterrizar desde las alturas de la política nacional, parece que la gravedad no es la única ley que Corujo desafía. Con un pie en la isla y otro en la capital, la secretaria general del PSOE en Lanzarote, hace malabares con la sensibilidad y el timing con la gracia de un elefante en una cacharrería. Un minuto de silencio, esa pausa sagrada de respeto y memoria, se convierte bajo su batuta en una oportunidad dorada para sacar a relucir problemas logísticos. Mientras los fallecidos piden voz, ella ofrece un monólogo.
¿Es posible que Corujo esté confundiendo los términos "homenaje" y "escenario político"? Es como si decidiera dar un discurso sobre la escasez de pescado fresco en un funeral de un marinero. Ironías aparte, la carencia de un forense es un tema serio, pero utilizar un homenaje fúnebre como un caballo de Troya para agendas políticas parece, en el mejor de los casos, de un gusto dudoso.
Pisando fuerte, desde Madrid a Lanzarote, la señora Corujo nos recuerda que no es necesario llevar la corona para sentirse reina, ni estar en la corte para olvidar las maneras. Aplaudimos la audacia, siempre y cuando no sea a costa del decoro y del respeto. El silencio de los demás no debería ser el telón de fondo para el monólogo de nadie, mucho menos cuando este viene cargado de reproches y críticas mal temporadas.
En un pleno de hoy martes del Cabildo de Lanzarote, tras un minuto de silencio dedicado a un empleado del cabildo fallecido, Corujo aprovechó este solemne momento para lanzar críticas vinculadas a la carencia de un forense en la isla. Este acto no solo desdibuja la frontera entre el homenaje y la reivindicación política sino que también pone en duda la autenticidad de la empatía mostrada hacia los problemas comunitarios.
Es preciso debatir sobre la idoneidad de los momentos escogidos para las denuncias políticas, especialmente cuando se cruzan con homenajes a los fallecidos de la institución. La acción de Corujo, aunque pueda estar arraigada en una preocupación legítima, se percibe desfasada en el contexto del respeto y la memoria. Utilizar el duelo como plataforma para el debate político no solo demuestra una poca sensibilidad sino que subraya una alarmante falta de respeto hacia la solemnidad del momento y, más importante, hacia aquellos a quienes se pretende honrar.
La política, como reflejo de la sociedad que la sustenta, debe ser capaz de mantener ciertos límites sagrados, especialmente en lo que respecta al duelo y el recuerdo de los fallecidos. La necesidad de abordar y solucionar la problemática de los servicios forenses en Lanzarote es incuestionable, pero la forma y el momento en que se plantean estas cuestiones son igualmente cruciales. Los espacios dedicados al homenaje y al recuerdo deben permanecer libres de la sombra de la polémica, preservando la dignidad de la memoria colectiva.