La insoportable hijoputez del ser (español)
Por Rafael Hernández, periodista
Lo que voy a contar no tiene nada que ver con Paco Sánz. O sí. No sé. Lo que sé es que verle actuar me ha recordado una escena desacostumbrada y dantesca que me sucedió hace algunos meses en una casa de comidas bable en medio de la capital de una isla.
Después de un pastel de cabracho que tal vez, un cachopo que ni fú ni fá, unos champiñones al cabrales que meh, unas sidras, unas cañas, unos licores y unas tartas de queso con más mermelada Heros que queso, pedimos la cuenta. El montante sólo contemplaba algún entrante y varias cañas. Perplejos, como antiguos pobres y haciendo uso de la lógica esgrimida por la picaresca patria, nos dijimos: “Pues nada. Cogemos, pagamos y nos vamos con la misma”.
Sin mucha elucubración y en un brote de honestidad jamás pensado llegamos a la conclusión de que, qué coño, trabajamos y como trabajadores sabemos que no hay nada peor que que te roben tu trabajo. Que no hay mayor hijoputez que dedicarle tiempo, sudor y esfuerzo a ganarte la vida -haciéndosela ganar, de paso, al que te emplea- y que alguien, por inopinada negligencia, pueda rebajar a la nada el precio del tiempo que le dedicas a tu trabajo.
Sin más, llamamos al camarero y le decimos que nos ha cobrado de menos. Bastante de menos. Una inmensidad de menos. Un universo de menos. Como susurrándose a sí mismo un “uff, menos mal”, el hombre volvió a la caja a modificar el tique. Tardando lo suyo retornó a la mesa con la cuenta correcta. Una sonrisa, pícara y patria, acompañó a un “ahora sí que pagarán bien”.
España es eso. Ni un gracias, ni un “no te cobramos los postres”, ni un “los licores los paga la casa”. En España no hay gratitud aunque la hayas mostrado previamente. Al que tiendes la mano te agarra del brazo porque la memoria de la bondad es muy corta entre los miserables.
Paco Sánz es un miserable. Ese camarero es un miserable. Los empresarios que no valoran el tiempo, el sudor y el esfuerzo que dedicas a ganarte la vida mientras ganas la suya son unos miserables. Y la picaresca española es una hija de la gran puta.
Rafael Hernández es autor del poemario 'La frase más larga que jamás te han dicho'