Silencios cómplices
Por Rafael Hernández, periodista.
La connivencia. El silencio canalla y cómplice. La deshonra abyecta. La estulticia del bienqueda. La parsimonia del correveidile. La gilipollez del abrazafarolas. El engaño del apoderado de todos. La defensa engreída del interés de una élite.
No conozco a ningún sirio, libio, somalí, iraní, iraquí, yemení ni sudanés pero bloquearles fronteras por no ser blancos, rubios, ricos ni cristianos es cosa que amerita, al menos, una expresión de desacuerdo, un gesto de rabia, una condena (como ya lo han hecho Francia, Reino Unido y Alemania) por parte de un país que se dice libre como es en el que vivimos. Al menos algo que nos muestre humanos.
Ahora bien, imagino que ser amigo íntimo de Arabia Saudita (país donde no existe la libertad de expresión, donde los disidentes políticos son perseguidos y encarcelados sin juicios justos, donde las mujeres carecen de derechos y padecen discriminación sistemática y donde también se castiga la homosexualidad) influye para no posicionarse en contra del mal de los ciudadanos de algunos de sus enemigos.
Silencios cómplices que recuerdan a otros silencios cómplices, desgarradores e inhumanos, que han ocurrido y ocurren y de los que nuestro Estado, en todo su derecho (el de ellos), pasa de largo, bailando sobre tumbas y haciendo mutis por el foro.