Descubriendo el cementerio perdido de mascotas de Lanzarote
Texto y fotos: Rafael Hernández
A pesar de ser una isla cuyas dimensiones se alejan de lo desproporcionado, los casi 850 km2 de Lanzarote esconden hitos que sólo pueden ser disfrutados si uno se deja engatusar por el verdor nacido de las tempraneras lluvias de otoño.
El look transformado de la isla de los volcanes hace aflorar en la mirada del paseante, además de la transitoria vegetación, parajes que de otra manera, dominados por una aridez clásica y sentimental, serían difícilmente visitados por alguien ajeno a la vida de esa demarcación concreta.
El pueblo de Nazaret, en el municipio de Teguise esconde en su cima, un lugar de los que no cabe otra que denominar como curioso. Y no nos referimos al ya popular Lagomar que, si hacemos caso a una leyenda perpetuada a la fuerza, fue perdido por el actor británico Omar Sarif en una partida de cartas en la década de los 70.
Lo que sí es producto del azar es toparse en la montaña del pueblo, cuyas casas blancas se orientan al sur de Las Laderas, una vez acaba el piche de sus calles, con el primer apetecible sendero de tierra. Tomarlo es un pequeña aventura en la rutinaria monotonía de vehículo y oficina.
El aire fresco movido por la virulencia del alisio saluda al caminante que inconsciente se adentra en una planicie donde nuestra vista, si permanece atenta, podrá observar aves protegidas por la cercanía de la zona con el Paisaje Protejido de Tenegüime.
Desde la altura logra entremezclarse con este ejemplo paisajístico de la geología insular un cementerio de mascotas, la verdadera rara avis de la zona, que pervive majestuoso y elegante a la vera del camino empedrado que gira a la derecha en la primera bifurcarción.
Once son las tumbas de animales que allí pacen al menos desde 2003, la fecha más antigua de las grabadas en las cruces que marcan cada una de los nichos. Ben, Blanca, Fluffy, Ginger, Smokey... los nombres de estos animales que dejaron huella en vida, tanta que la familia o las familias a las que pertenecieron decidieron elegir un lugar casi idílico para recordarles. Los caminos de Lanzarote bien merecen un paseo.