Piscinas prometidas, piscinas perdidas: Arrecife sigue detrás de la valla
Foto. Puerto de Ponta Delgada, Azores pasado mes de Julio
S. Calleja
En 2018 nos enseñaron el dibujo perfecto: dos piscinas naturales en la trasera del muelle de cruceros de Arrecife, una olímpica y otra adaptada. “Un sueño para Arrecife”, se dijo entonces. Ocho años después, sueño es lo único que queda. La gran obra portuaria avanzó; el uso ciudadano, no. Y el proyecto de piscinas, tal y como se vendió, quedó aparcado. Volvemos a empezar: nuevo papel, nuevo encaje, nueva financiación… y la ciudad, otra vez, esperando.
Azores
La comparación duele porque sabemos que es posible. Este julio, en Ponta Delgada (Azores), vi a familias enteras disfrutar de una piscina oceánica pegada a la terminal de cruceros. Me bañé allí: socorrista, accesos, barandillas, gimnasio, niños aprendiendo a nadar y mayores haciendo largos con el barco al fondo. No es ciencia ficción: es voluntad, proyecto y mantenimiento. En Arrecife, en cambio, seguimos mirando el mar desde el lado de la valla.
¿Qué pasó? Lo de siempre: primero la rueda de prensa, luego la letra pequeña, después el “ya veremos”. La autoridad portuaria funciona a toda máquina para atraques y calados —que hacen falta—, pero cuando toca coser ciudad y puerto, se enciende el intermitente. Y nuestros representantes insulares, demasiado pacientes, aceptan la inercia: comunicado por aquí, foto por allá, y el vecino sin lámina de agua donde llevar a los chiquillos un sábado caluroso.
Azores
No pedimos extravagancias. Pedimos exactamente lo que nos prometieron: un espacio de baño seguro y accesible. Una infraestructura que sube la autoestima de la capital, mueve pequeña economía y, sobre todo, devuelve a Arrecife al mar que le pertenece. Cada verano que pasa sin ese equipamiento es otro recordatorio de que aquí los papeles pesan más que la gente.
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La pregunta no es si Arrecife merece esas piscinas. Claro que las merece. La pregunta es si alguien va a ponerse serio de una vez. Si la autoridad portuaria descartó el diseño de 2018, perfecto: que presente el alternativo, con memoria económica, plazos y responsables. Y si el puerto no quiere liderar, que el Cabildo y el Ayuntamiento capitalino se sienten, acuerden el reparto y lo lleven a obra. Lo que no vale es el limbo burocrático eterno mientras miramos, con la miel en los labios, cómo otros disfrutan lo que aquí se anunció a bombo y platillo.
Azores
A la autoridad portuaria, respeto; pero Arrecife no es un pasillo técnico entre diques. Es una ciudad con derecho a tocar el agua. Nuestros cargos insulares pueden elegir entre dos papeles: el de comparsa del “ya si eso” o el de quienes, con papeles y calendario, obligan a cumplir. Que nos den la alegría de ver a un chinijo lanzarse desde una plataforma segura mirando a los cruceros. No es pedir el oro y el moro. Es pedir que, por una vez, la promesa valga más que la foto.