El PP fracasa con el veto; el PSOE se aferra a una joven y un cartel frente a La Mareta
Foto Facebook Psoe Lanzarte
S.Calleja
Dicen que una imagen buena , es buena para el que la utiliza; en el PSOE la han tomado al pie de la letra. Bastó la foto de una joven —Paulina, quizá lanzaroteña, quizá turista con bronceado insular— sujetando un cartel de bienvenida a Pedro Sánchez para que las redes oficiales del PSOE y, por supuesto, el perfil personal de Dolores Corujo lanzaran cohetes virtuales. Qué menos: en tiempos de aplausos escasos, un gesto amable se celebra como si hubiese bajado la Virgen de las Nieves.
Nada que objetar a la protagonista, faltaría más. Rotuladores, hashtags y una sonrisa franca: suficiente para recordar que la hospitalidad se practica, no se legisla. Ella no gritó, no insultó, no “protestó contra los odiadores”, como le gusta calificar al PSOE de nuestra isla contra aquellos que no piensan igual. Simplemente saludó. Ese detalle, tan sencillo, vale más que mil tuits indignados.
La euforia socialista, en cambio, no parece justificada ¿no creen? o sí, viendo como está el patio politico. Presumir de “apoyo popular” con una pancarta es como vender un concierto lleno con la foto de "Chanito", el técnico de sonido en mitad del estadio disfrutando de la música. Quizá convendría revisar la estrategia: si de verdad el presidente concita simpatías masivas, lo lógico sería un cordón humano de seguidores coreando bajo el sol de agosto, no una sola muchacha frente al palmeral.
Pero las estadísticas son cabezudas… y el silencio del público, también. Lanzarote nunca fue Isla de vítores. Aquí pasaron reyes, estrellas del pop y magnates sin que se moviera una ceja. Pretender convertir esa calma ancestral en plebiscito de hashtags es, cuando menos, optimista.
Hace unas semanas, la presidenta insular del PP intentó bautizar a Sánchez con la etiqueta de persona non grata. La ocurrencia se disolvió como espuma —ni competencia legal ni respaldo social— y quedó en anécdota. Ahora el PSOE estrena la coreografía inversa: elevar al Olimpo al primer cartel amable que encuentran. Al final, lo uno y lo otro se neutralizan y la isla sigue igual: apática, volcánica, libre de hooligans ideológicos.
Tal vez el mejor final lo ponga el propio presidente. Nada de recepciones solemnes: un gesto sencillo, a la altura del cartel. Bastaría invitar a Paulina a pasar un rato en el jardín de La Mareta y ofrecerle lo que haya en la nevera: una Coca-Cola, un Clipper de fresa o un cortado largo de leche condensada. Así el relato se completa y, de paso, el PSOE evita que la foto parezca el parche que tapa una pared agrietada.
Mientras tanto, cada cual a lo suyo: Paulina con su pancarta, la oposición con sus tracas fallidas y el PSOE celebrando su propia efusividad. Lanzarote, imperturbable, contemplará la escena y volverá a su silencio acostumbrado. Porque aquí los aplausos no se mendigan; se merecen.