miércoles, 11 diciembre 2024

Hace 19 años, noviembre pasó de la calma a la tormenta: Lanzarote y los caprichos del clima. ¿Lo recuerdas?

Foto. Cazatormentas.net

S.Calleja

En Lanzarote, noviembre se presenta como un mes impredecible. Un día podemos sentir el calor abrasador de pleno verano, con temperaturas que alcanzan los 31 grados, mientras que otros otoños nos recuerdan cuán vulnerable puede ser la isla ante la furia de la naturaleza. Hoy, mientras disfrutamos de un otoño caluroso, es inevitable recordar aquella noche del 28 al 29 de noviembre de 2005, cuando la tormenta tropical Delta sacudió Canarias, y Lanzarote no fue la excepción.

Hace 19 años, la atmósfera era muy distinta. La isla, junto al resto del Archipiélago, se preparaba para la llegada de un fenómeno que venía precedido de historias de destrucción. Delta, que había perdido fuerza y bajado de categoría, pasó de huracán a tormenta tropical, pero eso no la hizo menos devastadora. En Izaña, Tenerife, se registró la racha de viento más potente jamás medida en España: 248 kilómetros por hora. Esta tormenta, que apenas nos tocó con su "cola", dejó daños multimillonarios y provocó que cientos de miles de personas quedaran sin luz durante días.

En Lanzarote, la sensación de vulnerabilidad fue palpable. Aunque la isla no fue la más afectada, el cierre de puertos y aeropuertos, junto a los cortes de carreteras y el desasosiego que cundía entre los residentes, hizo de esos días algo inolvidable. Los vientos arrancaban ramas, y el temor a las inundaciones mantenía a los vecinos alerta. Delta no discriminó, tocó a todas las islas, dejando a su paso una lección de respeto hacia las fuerzas de la naturaleza.

Tenerife y Gran Canaria fueron la más golpeadas, perdiendo para siempre un emblema natural del norte de la segunda, el "Dedo de Dios" en la costa de Agaete. 

En Lanzarote, la memoria de Delta es un recordatorio constante de que el clima, especialmente en un lugar tan especial como Canarias, puede cambiar sin previo aviso, transformando un otoño tranquilo en un escenario caótico. Las imágenes de carreteras cortadas, árboles caídos y la incertidumbre de no tener electricidad o medios de comunicación nos recuerdan lo vulnerable que puede ser la vida insular frente a las fuerzas de la naturaleza.

Hoy, con temperaturas veraniegas y cielos despejados, es casi imposible imaginar que hace casi dos décadas estuvimos en vilo ante una tormenta errática que se desplazaba sin rumbo fijo, sorprendiendo a meteorólogos y residentes por igual. A pesar de los planes de mejorar la capacidad de previsión . La experiencia de Delta demostró la necesidad de tener una infraestructura meteorológica más robusta para garantizar la seguridad de los canarios, pero lamentablemente, años después, algunas de esas promesas siguen sin materializarse.

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