miércoles, 11 diciembre 2024

La excusa de la fiebre Q: ¿preludio de una nueva masacre de cabras asilvestradas?

Foto .Elpejeverde.com. Risco de Famara

S. Calleja

Las cabras asilvestradas en Canarias han sido objeto de polémica durante años. Recientemente, un estudio publicado en Canarias7 ha reavivado el debate sobre la mejor manera de manejar esta población.

Hace unos años, el Cabildo de Gran Canaria propuso una medida controvertida: eliminar a estos animales para proteger el ecosistema. Esta propuesta encontró apoyo, pero también una fuerte oposición. Ahora, el reciente estudio señala que estos animales portan patógenos que podrían afectar tanto a la fauna local como a los seres humanos.

El Gobierno de Canarias, liderado hace unos años por Ángel Víctor Torres, y el Cabildo de Lanzarote pusieron el foco también en estos animales: las cabras asilvestradas del Risco de Famara. Aquella vez, el eco del despropósito llegó lejos, y fue Ariagona González, entonces consejera de Medio Ambiente, quien finalmente dejó el tema, al parecer asustada por las posibles consecuencias políticas. Pero el pasado tiene una extraña forma de volver, y no sería extraño que ahora, con el pretexto de un nuevo estudio, se reavive la idea absurda de eliminar a estos animales.

El estudio reciente, presentado en las XXXI Jornadas Forestales de Gran Canaria, señala que el 6% de las cabras asilvestradas analizadas porta fiebre Q, un patógeno zoonótico asociado a rumiantes. En un alarmante ejercicio de extrapolación, el documento sugiere que estas cabras podrían ser un riesgo significativo para la salud pública, sobre todo porque, además, se detectaron cepas de Escherichia coli con alta capacidad patogénica y genes de resistencia antimicrobiana en el 18% de los casos. Todo esto suena preocupante… si olvidamos que hablamos de una muestra de apenas 70 cabras.

Lo que preocupa no son las bacterias, sino los argumentos simplones. Se demoniza a estos animales asilvestrados sin explorar alternativas viables o, peor aún, sin contextualizar adecuadamente los datos. ¿Qué pasará si alguien decide convertir este estudio preliminar en el eje de una política ambiental devastadora? Ya lo vimos en el pasado: discursos alarmistas que terminan justificando el exterminio.

No se trata de minimizar la importancia de la salud pública, sino de recordar que las decisiones deben ser proporcionadas. Si la fiebre Q es una amenaza tan seria en Canarias, ¿no debería investigarse también su incidencia en otros contextos? Y si estas cabras realmente representan un problema ecológico, ¿por qué no explorar soluciones como la adopción por ganaderos, el control poblacional ético o la reubicación?

Este debate no es nuevo, pero la falta de imaginación sigue siendo su rasgo más preocupante. Es más fácil apelar al miedo que buscar alternativas. Pero los ecosistemas no se gestionan a golpe de escopeta. Famara, como otros espacios naturales de Canarias, merece algo mejor: una estrategia inteligente, ética y sostenible que no convierta a estas cabras en chivos expiatorios.

Esperemos que el Gobierno de Canarias y el Cabildo no vuelvan a tropezar con la misma piedra. Que la fiebre Q no sea la fiebre del disparate.

 

 

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