miércoles, 11 diciembre 2024

Preservación o vulgarización: ¿qué pierde Lanzarote con el cambio de color en su Cabildo?

Foto Cabildo de Lanzarote ayer

S. Calleja

En el mundo de los gustos y las opiniones, a menudo nos encontramos atrapados en una paradoja. La subjetividad es, por naturaleza, un terreno inestable, y lo que puede ser bello para algunos, resulta desagradable para otros. No es ninguna sorpresa, entonces, que la reciente decisión del Cabildo de Lanzarote de repintar su sede, eliminando el color ocre característico y adoptando un blanco inmaculado, divida opiniones. Al fin y al cabo, ¿qué es el gusto sino una preferencia que rara vez puede ser defendida sin reservas?

El Cabildo ha anunciado esta transformación como parte de su compromiso con el Pacto por el Paisaje, en palabras del presidente Oswaldo Betancort, “para preservar la imagen más tradicional de la isla y mitigar el impacto sobre su singularidad.” Sin embargo, ¿no podría decirse que este cambio en sí mismo distorsiona la esencia de un edificio que, con su color ocre, aportaba una nota distintiva en Arrecife?

 

 

 

 

Este edificio no es solo una estructura administrativa; es un símbolo, uno que recuerda la famosa Casa Amarilla, esa vieja sede del Cabildo con sus tonos verdes y ocres en la fachada. Los colores de esta edificación no solo eran una elección estética, sino una celebración del entorno volcánico y de la arquitectura ecléctica de los años veinte. Cambiarlo ahora para hacerlo "más tradicional" parece irónico, cuando la propia tradición visual de la isla reside en su diversidad.

Me pregunto si tal vez estoy en el lado equivocado de este debate. Quizás, en efecto, ese blanco inmaculado y pulido sea un reflejo más adecuado de la imagen deseada para Lanzarote. Y, sin embargo, no puedo evitar sentir que esta decisión arranca algo especial, casi como despojar al Cabildo de su personalidad en aras de una identidad insular estándar. He escuchado, más de una vez, que la antigua estética del edificio es “horrorosa.” Pero, para mí, ese ocre envejecido lo hacía único.

Con este cambio, el Cabildo se asemejará más a cualquier otra construcción grande y monótona en Arrecife, como el cine Atlántida o algún bloque en el barrio de Las Salinas. En la búsqueda de un “paisaje singular,” Lanzarote parece estar eliminando parte de lo que ya la hacía única. Puede que mi opinión no sea perfecta y que, al final, este cambio sea lo mejor para la isla. Pero, ¿no sería prudente reconocer que hay algo de valor en lo imperfecto, en lo que divide y provoca opiniones, precisamente porque tiene carácter?

 

 

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