El cacao mental de Caraballo: aplausos a Rufián y un traje para Tinduf
Caraballo en Tinduf, Rufián en el Congreso
S. Calleja
Yoné Caraballo, diputado de Nueva Canarias, es un personaje curioso. Parece una buena persona, sus intenciones seguramente son loables y nadie duda de su compromiso con las causas que, al menos de cara al público, parecen ocuparle. Pero como ya sabemos, las buenas intenciones no son suficientes en política. Hace falta coherencia, principios claros y una brújula firme. Y en esto último, a Caraballo le hace falta más que un poco de dirección.
El episodio más reciente que deja expuesta su desconcertante confusión ocurrió durante el Día de la Hispanidad este pasado, sábado, una fecha que Gabriel Rufián, el independentista de Esquerra Republicana, aprovechó para lanzar uno de sus mensajes habituales. Con su previsible tono de desprecio hacia la historia de España, Rufián publicó en la red social X una lista de los países latinoamericanos que, según él, fueron “colonizados” por España, y dejó fuera a Canarias. Hasta aquí, nada sorprendente. Lo realmente curioso fue la reacción de Caraballo, quien, en lugar de aprovechar la oportunidad para reivindicar la historia de su tierra, decidió reírle la gracia a Rufián e, incluso, invitarle sarcásticamente a incluir a Canarias como una colonia más. Es como si Caraballo, al ver que se quedaba fuera del circo de Rufián, hubiera decidido levantar la mano para que lo incluyeran en el espectáculo.
Uno no puede evitar sonreír con cierta incredulidad. Un diputado canario, nacionalista de pro, se presta a este juego, mientras ignora lo más básico: que la historia de Canarias, por mucho que haya pasado por la conquista en el siglo XV, no se ajusta ni de lejos al relato independentista que Rufián quiere imponer en Cataluña. Pero ahí está Caraballo, aplaudiendo, porque en su potaje mental no parece haber espacio para la defensa coherente de su tierra. La pregunta es, ¿qué gana Canarias con todo esto? Muy poco, excepto la vergüenza de ver cómo su representante se convierte en el eco de un político que busca ante todo llevarse más recursos a Cataluña, incluso a costa de comunidades como la nuestra.
Pero este cacao mental no termina aquí. Caraballo, en su esfuerzo por mostrarse comprometido con todas las causas posibles, también viajó este fin de semana a Tinduf, en plena demostración de solidaridad con el pueblo saharaui. Allí lo vimos enfundado en una indumentaria digna del lugar, rodeado de personas, posando con cara seria y gestos solemnes. Nada que objetar en principio: el pueblo saharaui lleva décadas sufriendo una tragedia humanitaria y merece todo el apoyo internacional posible. El problema surge cuando intentas enlazar esa noble causa con las posturas confusas y contradictorias que Caraballo adopta en casa.
Mientras en Tinduf se desvive por mostrar su apoyo al derecho de autodeterminación del Sahara, se muestra dócil ante los desvaríos de un Rufián que lo único que busca es convertir su retórica en beneficios para Cataluña. Caraballo parece haber olvidado que ser nacionalista no es simplemente copiar el victimismo de otros ni aplaudir a aquellos que, en realidad, no tienen ningún interés en los derechos de Canarias. En lugar de enfocar su energía en defender a su tierra y exigir un trato justo para las islas, Caraballo se dedica a imitar lo peor del independentismo catalán, un movimiento que poco tiene que ver con las aspiraciones y necesidades reales de Canarias.
La escena es tan absurda como tragicómica. ¿Qué hace un diputado canario aplaudiendo los ataques de un político que considera a Canarias poco más que una nota al pie? La historia de las islas es bien conocida: fueron conquistadas en una serie de fases a partir del siglo XV, y desde entonces han sido parte del entramado español, pero los sentimientos independentistas en las islas son, hoy, anecdóticos. No hay un clamor popular por la ruptura, ni un movimiento de masas que exija una secesión. Entonces, ¿qué hace Caraballo emulando a Rufián? Es como si quisiera ser el protagonista de una película en la que su papel no tiene cabida.
Y lo más triste es que, en medio de todo este batiburrillo ideológico, Canarias queda relegada al papel de figurante. Caraballo, en lugar de aprovechar su posición para defender los intereses de los canarios, sigue aplaudiendo gracietas, copiando discursos ajenos y, de vez en cuando, viajando a lugares donde el único beneficio palpable es la foto de rigor en las redes sociales.
Lo peor es que Yoné Caraballo no parece entender la magnitud de su error. Y la tragedia de todo esto es que, mientras Caraballo se sigue perdiendo en su potaje mental, los canarios seguimos esperando a que alguien, por fin, defienda nuestra historia y nuestros derechos de forma coherente.