sábado, 05 octubre 2024

Pruebas documentales revelan la implicación de Dolores Corujo en la privatización del agua

S.Calleja

Parece que, en política, a veces el tiempo no es más que un espejismo, una herramienta que se utiliza para difuminar la realidad, para enterrar los hechos incómodos bajo capas de retórica hueca y vacía. Es en ese juego de sombras, de medias verdades y falsos relatos, donde el PSOE de Lanzarote parece haberse especializado. Pedro San Ginés, ex presidente del Cabildo y ahora senador, ha decidido no callar ante lo que considera una manipulación flagrante de la historia, esa que siempre está escrita por los vencedores o, en este caso, por aquellos que más hábilmente moldean la narrativa pública. Y es que, según San Ginés, el PSOE, con Dolores Corujo a la cabeza, ha intentado reescribir su papel en la polémica adjudicación del ciclo integral del agua a Canal Gestión, como si los documentos oficiales no tuvieran memoria.

La reciente reacción del PSOE, acusando a Oswaldo Betancort de "difamador", es un claro ejemplo de cómo el partido busca ahora desmarcarse de una decisión que en su día apoyaron sin reservas. El comunicado emitido por los socialistas es un intento desesperado de construir un relato que les exima de toda responsabilidad, presentándose como ajenos a un proceso en el que, paradójicamente, tuvieron un papel clave. San Ginés, por su parte, no necesita recurrir a la retórica grandilocuente del PSOE. Le basta con sacar a la luz actas y certificaciones que demuestran la participación activa de Corujo en cada paso del proceso de adjudicación. No es una opinión; son hechos, fríos y contundentes, que quedan plasmados en las actas oficiales de las reuniones del Consorcio Insular de Aguas de Lanzarote.

Dolores Corujo, quien en 2013 era alcaldesa de San Bartolomé, no solo votó a favor de sacar a concurso la gestión del agua, sino que fue una de las que más insistió en la necesidad de hacerlo. Su implicación no se limitó a un papel marginal o testimonial. Corujo fue miembro de la comisión negociadora que decidió adjudicar el contrato a Canal Gestión, participó en las reuniones con las empresas interesadas y votó a favor de la adjudicación final. De hecho, fue la única alcaldesa que asistió a todas las reuniones, algo que otros miembros del Consorcio no hicieron. Sin embargo, hoy, en una exhibición de hipocresía política que San Ginés no duda en denunciar, Corujo pretende desentenderse de su responsabilidad, como si su paso por aquel proceso fuera tan leve y etéreo que hubiera desaparecido en el aire. No sorprende que, para San Ginés, este comportamiento sea la prueba más clara de la capacidad de Corujo para mentir sin pestañear, para construir una versión alternativa de la realidad con una facilidad que desconcierta.

El intento del PSOE de desvincularse de la privatización del agua no es solo una estrategia política; es una maniobra diseñada para proteger la imagen pública de su secretaria general, ahora diputada nacional, en un momento en que la privatización se ha convertido en un tema tóxico para los socialistas. El propio San Ginés reconoce que, aunque Canal Gestión comenzó con buen pie, la calidad del servicio ha decaído con el tiempo, lo que ha llevado a abrir expedientes sancionadores. Sin embargo, el deterioro del servicio no exime al PSOE de su responsabilidad en la adjudicación inicial. Intentar borrar esa parte de la historia no solo es una falta de integridad, es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos que, tarde o temprano, acaban por ver la verdad, aunque esté enterrada bajo un alud de comunicados de prensa cuidadosamente redactados.

El cinismo con el que el PSOE de Lanzarote ha abordado este tema es especialmente llamativo cuando se considera que, en 2009, la justicia apartó a su partido de la gestión del agua a través de INALSA, tras llevar a la empresa a la ruina. Muchos de los cargos públicos socialistas vieron sus propiedades embargadas por la nefasta gestión, y ahora, años después, intentan presentarse como los salvadores del agua pública, como si su pasado estuviera exento de cualquier mácula. Lo que más desconcierta no es tanto el intento de reescribir la historia, sino la seguridad con la que lo hacen, confiando en que la memoria colectiva es lo suficientemente frágil como para olvidar lo que ocurrió hace tan solo unos años.

San Ginés, en su artículo de opinión, no se contenta con defenderse a sí mismo o a Betancort. Lo que busca es algo más profundo: arrojar luz sobre una estrategia de manipulación política que, en sus palabras, degrada no solo a los que la practican, sino a toda la clase política. Para él, el desmarque del PSOE en este tema no es solo una cuestión de estrategia electoral; es una cuestión de integridad, o más bien, de su ausencia.

Quizás lo más revelador de todo es que, a pesar de las pruebas documentales que San Ginés ha puesto sobre la mesa, el PSOE persiste en su narrativa. Corujo sigue insistiendo en que no tuvo ninguna participación en el proceso, a pesar de que su nombre aparece una y otra vez en las actas oficiales. La política, al parecer, tiene esa capacidad única de desentenderse de la realidad, de construir una versión alternativa que, si se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad para algunos. Pero hay algo que ni siquiera la política puede borrar: los hechos. Y esos hechos, tal como los expone San Ginés, son irrefutables.

El PSOE ha jugado una mano peligrosa al tratar de borrar su implicación en la privatización del agua en Lanzarote, y aunque quizás logren convencer a algunos, los documentos hablan por sí solos. La pregunta ahora no es si Corujo y su equipo son responsables de la adjudicación, eso ya ha quedado demostrado. La verdadera cuestión es cuánto tiempo más podrán sostener este relato falso antes de que la realidad se imponga de manera inevitable.

 

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