La diputada lanzaroteña presume de democracia con Edmundo González, pero su voto en el Congreso dice lo contrario
Foto redes sociales psoe
S. Calleja
En el mundo de las redes sociales, donde la imagen lo es todo y los gestos importan más que los hechos, la diputada lanzaroteña Dolores Corujo ha protagonizado una escena digna de una tragicomedia política. Hoy aparece sonriente, casi triunfal, en una foto junto a Edmundo González Urrutia, el presidente electo de Venezuela para muchos países democráticos, pero no para ella ni para el partido al que pertenece, el PSOE. La ironía de esta imagen es casi insultante: Corujo, que posa al lado de quien debería representar la lucha por la libertad y la democracia, votó en contra de su reconocimiento en el Congreso de los Diputados.
¿Cómo es posible que alguien presuma en redes sociales de apoyar la democracia venezolana mientras su voto en el hemiciclo niega la legitimidad de ese mismo esfuerzo democrático? La respuesta, por cruda que sea, es simple: la política del PSOE frente a Venezuela está llena de contradicciones que no aguantan el más mínimo análisis lógico. Lo que vemos en la sonrisa de Corujo es un intento de cuadrar un círculo imposible. Por un lado, la retórica oficial de su partido mantiene una postura supuestamente firme frente a Nicolás Maduro. Por el otro, cuando se trata de acciones concretas, como reconocer al opositor Edmundo González, el PSOE decide alinearse con la indefinición y la pasividad.
La escena de Corujo sonriente es un síntoma de una enfermedad política más profunda: la desconexión entre lo que se dice y lo que se hace. Hoy, mientras se reúne con González Urrutia, su partido se ha opuesto a una proposición no de ley que pedía su reconocimiento como presidente electo. Esta iniciativa, presentada por el Partido Popular y apoyada por otros grupos, no es un simple gesto simbólico. Reconocer a González es un acto de coherencia con los valores democráticos que España debería defender. No hacerlo, como ha decidido el PSOE, es un acto de complicidad implícita con un régimen que ha pisoteado esos mismos principios.
El argumento del PSOE, de que no es el momento o de que no es conveniente reconocer a González, no es más que un intento torpe de ocultar el hecho de que su posición es indefendible. No se puede ser demócrata a medias. No se puede apoyar a Edmundo en privado y negarle la legitimidad en público. Y no se puede posar sonriente junto a un defensor de la libertad mientras se traicionan esos mismos ideales en la práctica.
La verdad es que Corujo, al igual que muchos en su partido, parece más preocupada por su imagen que por la realidad. Las fotos en redes sociales ofrecen una fachada de compromiso con la democracia, pero son incapaces de ocultar la falta de coherencia en sus acciones. El PSOE sigue insistiendo en que no reconocer a González es lo mejor para la diplomacia, pero lo cierto es que esta postura solo beneficia a Nicolás Maduro, quien continúa ejerciendo su poder con puño de hierro mientras el resto del mundo se debate entre la acción y la inacción.
Hoy, en su reunión con Edmundo González, la diputada lanzaroteña debería reflexionar sobre lo que significa realmente defender la democracia. ¿Es solo un eslogan para quedar bien en redes sociales? ¿O es un principio que requiere valentía y consistencia, incluso cuando no es popular? La historia juzgará a quienes no tuvieron el coraje de actuar cuando era necesario. Y Dolores Corujo, con su sonrisa perfectamente ensayada, tendrá que explicar algún día por qué eligió las apariencias por encima de la verdad.