Turistas en el ojo del huracán: ¿Es justa nuestra indignación?
Foto. Diariodelanzarote.com. Turista criticado por hacer foto fuera del camino
S. Calleja
En los últimos tiempos, los titulares de los medios en Lanzarote han girado en torno a turistas que, en su afán por capturar la belleza de la isla, han transgredido las normas medioambientales. El caso más reciente, en el que una turista se salió del sendero en el Volcán del Cuervo para tomarse fotos, ha desatado una ola de indignación que, si bien es comprensible en su fondo, resulta desproporcionada en su forma.
Lo que este tipo de situaciones pone en evidencia no es solo el desconocimiento o la imprudencia de algunos turistas, sino algo mucho más profundo: el doble rasero con el que los residentes juzgamos el comportamiento de los demás. El respeto al medioambiente es incuestionable, pero ¿nos estamos volviendo excesivamente severos con quienes nos visitan, mientras miramos hacia otro lado cuando nosotros mismos incurrimos en prácticas similares?
La hipocresía que ignoramos
Durante años, muchos residentes de Lanzarote hemos sido testigos y partícipes de actos que, aunque aparentemente inofensivos, también suponen una falta de respeto al entorno natural. Desde arrojar basura en espacios naturales hasta ignorar normas básicas de conservación, nuestras acciones no siempre han estado a la altura de los principios medioambientales que ahora defendemos con tanto fervor. Sin embargo, parece que cuando es un turista quien comete una infracción, aunque sea algo menor, nuestras voces se elevan con una severidad que no aplicamos a nosotros mismos.
El reciente incidente en el Volcán del Cuervo es un ejemplo de ello. La turista que, en un momento de descuido o ignorancia, se salió del sendero para tomarse fotos, fue inmediatamente reprendida por otros turistas y su acción fue portada de varios medios. Pero ¿es esta reacción justa o proporcional? Si bien la normativa existe por una razón, hay que preguntarse si estamos sobredimensionando ciertas conductas mientras minimizamos otras que, cuando vienen de locales, parecen menos censurables.
Imaginemos una situación común en la que muchos de nosotros hemos participado: ir a un hotel y tomar una pieza de fruta del buffet para llevárnosla a la habitación. Un acto aparentemente inofensivo que no levantaría ninguna crítica si lo hace un residente. Sin embargo, si es un turista extranjero quien lo hace, inmediatamente le etiquetamos de "cutre" o de aprovecharse del sistema. Esta doble moral no solo refleja una falta de autocrítica, sino también un cierto sentimiento de superioridad que, en última instancia, no beneficia a nadie.
El turista, en muchos sentidos, actúa como un espejo en el que podemos ver reflejados nuestros propios comportamientos. Al criticarlos con tanta dureza, tal vez estemos tratando de silenciar esa parte de nosotros que sabe que no siempre actuamos de acuerdo con los principios que decimos defender. Lanzarote es una isla con una belleza y biodiversidad únicas, y protegerla es una responsabilidad compartida. Pero para hacerlo con eficacia, es necesario primero examinar cómo nuestros propios hábitos afectan al entorno.
La publicación de noticias sobre turistas que cometen infracciones medioambientales puede tener un propósito valioso si se usa para sensibilizar a los visitantes sobre la importancia de respetar las normas. Sin embargo, cuando se convierten en titulares repetitivos y sensacionalistas, corremos el riesgo de convertir el tema en algo trivial.
La situación en el Volcán del Cuervo, por ejemplo, podría haber sido una oportunidad para educar, para generar un diálogo sobre el equilibrio entre turismo y conservación, pero en su lugar, se optó por alimentar una historia de indignación y reproche. Y esto, lejos de solucionar el problema, solo genera más resentimiento.
Lanzarote depende del turismo, y si bien es crucial que los visitantes respeten nuestras normas, también es importante recordar que el respeto es una vía de doble sentido. En lugar de asumir una postura de superioridad moral, deberíamos trabajar en conjunto, tanto locales como turistas, para preservar este tesoro natural que todos compartimos. Las infracciones deben ser abordadas, sí, pero con una actitud constructiva, no desde la indignación desmedida.
Es tiempo de pasar de los titulares sensacionalistas a las soluciones reales, de educar en lugar de reprochar, y de recordar que, al final del día, tanto los locales como los turistas queremos lo mismo: disfrutar de una Lanzarote que siga siendo tan impresionante como siempre, sin perder de vista el respeto mutuo y el cuidado del entorno.