domingo, 28 diciembre 2025

«Majestad, su madre ha muerto»: El susurro en La Mareta que el Rey tardó 25 años en detallar

S.Calleja

El 2 de enero del año 2000 este que escribe estaba de vacaciones. Pero en este oficio y en quella época   las vacaciones solían durar lo que tardaba en sonar el teléfono fijo de casa. Recuerdo perfectamente aquella llamada: había que informar de urgencia. Me tocó realizar la primera crónica de la muerte de la Condesa de Barcelona desde mi propia casa, para la Cadena SER, donde trabajaba. Fue una jornada de una tensión profesional diferente; estábamos en plenas vacaciones de Navidad y Lanzarote se convertía, de golpe, en el epicentro de la noticia nacional.

Ahora, 25 años después, he leído «Mi diario», el nuevo libro del Rey Juan Carlos I, y me he encontrado con los detalles que en aquella tarde de radio nos resultaban imposibles de conocer. Lo que entonces fue una nota oficial, hoy es un relato de pasillo con nombres, apellidos y frases literales que nadie había desvelado hasta ahora.

El almuerzo con Aznar y el aviso del camarero

El punto clave del libro es el relato de lo que ocurría dentro de La Mareta mientras el país empezaba a conmocionarse. El Rey emérito detalla que aquella mañana del 2 de enero mantuvo una reunión de trabajo con el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar.

Lo más curioso es el momento del fallecimiento. Juan Carlos I cuenta que estaban ya sentados a la mesa para comer con el resto de la familia. Tras servirse el entrante, un camarero de la villa se le acercó por la espalda y le susurró al oído una frase que el Rey critica por su falta de tacto en ese entorno: «Majestad, su madre ha muerto».

El libro revela el malestar del monarca por no haber recibido la noticia en privado, teniendo que procesar el impacto allí mismo, frente a Aznar y sus familiares, en mitad de un almuerzo oficial en Costa Teguise.

Los detalles cotidianos en Lanzarote

En el texto, el Rey rescata momentos previos que dan una dimensión humana a la estancia en la isla. Relata cómo su madre, a pesar de sus problemas de movilidad, conservaba la lucidez y el deseo de estar con sus nietos. Incluso menciona un detalle curioso: Doña María de las Mercedes había salido poco antes por la isla para comprar una radio portátil con los más jóvenes de la familia.

Aquella radio fue lo último que escuchó antes de que el Rey pasara por su habitación para decirle un «luego nos vemos» que resultó ser definitivo.

Para quienes cubrimos aquella noticia desde la precariedad de una llamada telefónica en un día de poca actividad informativa, leer estos pasajes supone rellenar los huecos de una historia que Lanzarote guardó bajo llave durante un cuarto de siglo. El libro no solo aporta polémica, sino que pone luz sobre lo que realmente ocurrió tras los muros de piedra volcánica de La Mareta.

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