Entre Vietnam y Albania, Lanzarote defiende su hueco en la ITB de Berlín
Foto.Elpejeverde.com.
S. Calleja
Dicen que sobran ferias, que para qué tanto pabellón, tanta moqueta y tanto canapé cuando las reservas se hacen desde un móvil. Que si el turismo se vende solo. Que si "para qué gastar un dineral en que Lanzarote vaya a Berlín". Claro, claro. Lo mismo decían en los ochenta, cuando algunos creían que los alemanes descubrirían La Graciosa por casualidad, como quien tropieza con una esquina sin rotonda en Arrecife. Pues no: en esto, como en casi todo, o estás o no existes.
Elpejeverde.com lleva aquí desde ayer lunes y lo confirma: Canarias y Lanzarote no vienen a la ITB de Berlín por capricho ni por costumbre. Vienen porque no hay otra. Porque hay que mirar a los ojos a los compradores que deciden si tu isla sigue en el catálogo o se queda fuera. Porque entre los 5.800 expositores que este año ocupan la feria (un 5% más que el año pasado, ahí es nada), Lanzarote no puede permitirse desaparecer. Que aquí, en los pasillos alemanes, se pactan las temporadas altas y bajas, y los asientos de los aviones, y los paquetes que luego convierten El Charco del Palo en Düsseldorf-sur.
Es tentador despreciar estos escaparates globales desde la comodidad del salón, mientras se tuitea indignado sobre "el modelo turístico agotado" y se reclama otro paradigma, probablemente hecho a base de cactus y sol radiante. Pero mientras no inventemos la economía que funcione con buenas intenciones, más vale seguir cuidando a los alemanes. Porque ellos siguen viniendo. Y gastan. Y llenan. Y mantienen abierto ese negocio en Playa Honda que aún puede permitirse cerrar los domingos.
En esta ITB, que durará hasta el 6 de marzo bajo el lema "El mundo de los viajes vive aquí", se mezclan desde Expedia hasta Ryanair, pasando por Google, Booking o TUI. No es un congreso de poetas. Es la bolsa del turismo mundial. Albania es el país socio, pero Canarias juega su papel. Y Lanzarote, en su justa medida, también. Porque el milagro económico de cartón piedra que sostiene la isla no admite ausencias. Si no vendes tu postal, otro lo hará por ti.
Claro que no faltan los sospechosos habituales que declaman su hastío por "seguir apostando por el mismo modelo", como si la alternativa estuviera a la vuelta de la esquina. Pero se olvida que mientras el futuro llega —si llega— hay que pagar las facturas del presente. Y eso, nos guste o no, sigue dependiendo en buena parte de turistas alemanes con billetera llena y pocas ganas de complicarse la vida en destinos exóticos.
Y aquí es donde conviene recordar que no competimos solos. Este año, Vietnam, Sudáfrica, Canadá, Panamá o Tailandia se han presentado con stands que quitan el hipo. Hasta Albania ha traído 800 metros cuadrados de folclore y gastronomía para convencer al respetable de que hay vida más allá de Mallorca. ¿De verdad íbamos a quedarnos en casa esperando que alguien nos enviara una postal?
Mientras tanto, Baleares y la Costa del Sol refuerzan su presencia. Valencia monta stand propio. Y nosotros, por suerte, seguimos aquí. Resistiendo con nuestra oferta de sol, volcanes, César Manrique y el intangible ese que llaman "experiencia lanzaroteña", que ojalá alguien algún día nos explique del todo qué es, pero que sigue funcionando.
Sí, claro que hace falta pensar más allá del turismo de saldo. Claro que hay que apostar por calidad, sostenibilidad y todo lo que dictan los tiempos modernos. Pero lo primero es estar. Presentes. Visibles. Firmes. Porque, como bien saben en Berlín, los asientos vacíos no venden billetes. Y Lanzarote, al menos por ahora, sigue teniendo mucho que contar y algo que ofrecer.
Así que sí, conviene estar aquí. Aunque sea solo para recordarle al mundo que todavía estamos abiertos. Y que lo que ofrecemos sigue valiendo el viaje.
¿Alternativas? Perfecto. Pero mientras tanto, pasen y vean. Y reserven, por favor.