No todo lo que parece es: ni el avión ni el feminismo de la izquierda
fOTO. Elpejeverde.com
S.Calleja
La izquierda española vive una farsa moral demostrable. Mientras sus portavoces se declaran enérgicos defensores de los derechos de la mujer y lideran manifestaciones por una sociedad más justa, en el silencio de sus despachos esconden una doble moral vergonzosa, como cuando ellos miran al Vaticano con ojos de jueces. Estos días estamos viendo , como un ilustre miembro de la nueva izquierda española, Íñigo Errejón, está siendo señalado en un caso que cualquier otro grupo habría condenado sin miramientos según se conociera. Pero esta vez, ni una voz, ni una consigna en el momento en el que se conoció , que no fue precisamente hace dias . Ni un solo cartel reclamando justicia en las calles españolas. No es siempre lo que parece.
Es paradójico ver en nuestra tierra canaria, a Podemos (o lo que queda de ellos), Sumar- Nueva Canarias o el PSOE- Mararía ,pregonando feminismo mientras pasan por alto lo que ocurre entre los suyos. Cuando se trata de quienes no les son afines, las etiquetas aparecen de inmediato sean donde sea que ocurra el delito o el abuso. Cada acusación contra el adversario político se enmarca como un ataque a la igualdad de género y los derechos fundamentales. Pero ante las tropelías de los propios, el silencio se convierte en la respuesta oficial, y las consignas por los derechos de las mujeres se diluyen en la nada.
Los ejemplos sobran. En Lanzarote, los mismos que aseguran poseer la vara ética sobre el trato a las mujeres hoy callan de manera grosera sin notas de prensa de por medio ante el caso Errejón, sin voluntad de cuestionarse. A estos guardianes del feminismo de ocasión tampoco se les vio pronunciarse en Argentina, cuando un expresidente peronista fue acusado de violencia de género. Aquello fue catalogado como un “asunto privado” que no debía politizarse. La izquierda, una vez más, como si nada, a no ser que se apellide Trump o lleve algo de Ayuso en la sangre. No habrá pancartas, y mucho menos un solo clamor. Porque, cuando el señalado es uno de los suyos, las lecciones de ética se archivan y el feminismo es otra cosa.
Es irónico que quienes claman ser los arquitectos de la igualdad estén construyendo, ladrillo a ladrillo, el escepticismo sobre su propio proyecto. La izquierda española lleva tiempo utilizando el feminismo como insignia de superioridad moral. Y ahí radica la gran estafa: han convertido la defensa de los derechos de la mujer en una herramienta que se activa solo cuando el adversario tropieza. Porque, en sus propias filas, los principios son más selectivos.
Cada silencio, cada declaración pública evitada, hunde un poco más la credibilidad de un feminismo que en manos de ciertos sectores políticos ha perdido el sentido. Y el efecto es devastador: las mujeres, esas a las que aseguran proteger, quedan relegadas a una narrativa de conveniencia, donde los principios se aplican según el pragmatismo del momento. Se traiciona así, con cada caso encubierto, la esencia de un movimiento que no admite privilegios ni dobleces.
Esta historia que rodea a Errejón y otros muestra algo incómodo, que muchos prefieren no reconocer: en la política, no siempre es lo que parece. Al igual que una imagen en la que un avión parece aterrizar sobre un tejado o chocarse con un árbol, ciertas consignas de igualdad se han convertido en una escena artificial, adaptada según las conveniencias de quienes la sostienen. Queda en evidencia que la lucha por los derechos de la mujer fue, y sigue siendo, un mero instrumento para alcanzar el poder de algunos.