El espectro de San Ginés obsesiona a la izquierda: ¿Táctica o trauma para el PSOE?
S.Calleja
La figura de Pedro San Ginés, lejos de desvanecerse en el olvido, sigue siendo un punto de referencia constante para el Partido Socialista. La reciente crítica lanzada por el PSOE hacia Oswaldo Betancort, acusándolo de retroceder a los "tiempos oscuros" del gobierno de San Ginés, evidencia una fijación que trasciende el debate político actual y se adentra en el terreno de las obsesiones partidistas.
Durante un Pleno Extraordinario centrado en la Ordenanza del Taxi en San Bartolomé, Ariagona González, portavoz del Grupo Socialista, no solo cuestionó las decisiones administrativas de Betancort sino que también invocó el espectro de San Ginés como sinónimo de una era de confrontación que, según ellos, amenaza con resurgir. Esta acusación, sin embargo, ha sido recibida con escepticismo por aquellos que ven en ella una incapacidad del PSOE de renovar su discurso y enfrentar los desafíos políticos actuales sin recurrir al pasado.
La insistencia en comparar la gestión de Betancort con la de San Ginés sugiere una estrategia política enfocada más en combatir fantasmas del pasado que en abordar las realidades del presente. La dualidad de comportamientos atribuida a Betancort —sumiso ante Fernando Clavijo y confrontativo con ayuntamientos no alineados— se presenta como la reedición de una política que muchos consideraban superada.
Sin embargo, esta narrativa del PSOE ha generado debate sobre si realmente estamos ante un retroceso político o si, por el contrario, se trata de una maniobra para desviar la atención de los verdaderos problemas que enfrenta la isla. La referencia constante a San Ginés no solo revela una posible falta de argumentos actualizados por parte del PSOE sino también una obsesión que, lejos de contribuir al diálogo constructivo, perpetúa divisiones y resucita viejas rencillas políticas.
La crítica hacia la decisión de recurrir a los tribunales por la Ordenanza del Taxi, en lugar de buscar el diálogo con el Ayuntamiento de San Bartolomé, se ha interpretado como un ejemplo de esta política de confrontación. No obstante, lo que subyace es una pregunta más profunda sobre si el PSOE está proyectando en Betancort la imagen de un adversario que ya no gobierna, en un intento de movilizar a su base electoral mediante la evocación de un pasado conflictivo.
Este episodio refleja la complejidad de la política en Lanzarote, donde la sombra de figuras pasadas aún influye en las estrategias y discursos políticos. La obsesión del PSOE con Pedro San Ginés no solo habla de la persistencia de viejas disputas sino también de la dificultad de avanzar hacia un futuro político donde los desafíos actuales requieren soluciones innovadoras y un compromiso genuino con el bienestar de la isla.