IRENE "LA SALVADORA" . Por Guillermo Uruñuela
Todavía, a día de hoy, existe una parte de la población que te ataca, querida Irene, y no entiendo por qué. Yo sólo tengo palabras de agradecimiento porque hasta tu llegada, España era un país oscuro e intransigente que despreciaba la figura de la mujer.
Siempre me he encontrado incómodo con mis contratos laborales masculinos que son claramente favorecedores en comparación con el de mis compañeras, y claro, uno tiene algo de ética y se siente mal por cobrar más que ellas haciendo lo mismo.
Tu aterrizaje en el Gobierno ha permitido que la mujer pueda sentirse libre en este territorio imperialista y opresor en el que vivimos. Contigo se iluminó el camino. Yo mismo lo presencié en casa. Imagínate lo que tuvieron que padecer mi madre y mis tres hermanas con la figura de mi padre. Un heterosexual, cirujano –de los que ganan más pasta que el proletariado- y encima religioso; de los que van a misa a diario. Pobres ellas. No sé aún cómo lo aguantaron, pero por suerte apareciste tú para devolverles la dignidad. En mi infancia mis hermanas se encargaban de calentarnos la cena y mi madre de fregarnos los platos mientras nosotros veíamos fútbol y comíamos panchitos. Luego yo, como era el varón, pude ir a la universidad, sin embargo ellas se quedaron en casa tejiendo punto de cruz con mi abuela.
No hay quien pueda contigo, Irene. Has luchado para que la mujer pueda salir por fin de su casa y también por el sufragio universal. Tengo que reconocer que en mi época, como a las féminas no se les permitía acudir a las discotecas, era un poco aburrida la cosa. Ahora todo ha cambiado gracias a ti. Por fin ellas pueden trasnochar, fumar, divertirse, beber alcohol… y hasta se les permite estudiar. Tu figura ha conseguido que puedan convivir en una misma clase universitaria varones y hembras con cierta naturalidad.
Eres formidable, Irene. Eso sí, no te enfades tanto. Cuando hablas desde tu lucidez implacable eres maravillosa pero te veo ofendida constantemente. A mi hijo de seis años le ocurre igual, cuando se queda sin argumentos, se enfurruña; pero tú tienes mucho talento para poder con esta sociedad machista y arcaica.
De hecho, te escribo esta carta para que me indiques qué dirección tomar. Te cuento, tía. Acabo de tener un bebé. El médico no sé en base a qué me ha dicho que es una mujer. Yo no lo veo claro. Qué se ha creído este tipo para asegurar taxativamente que el recién nacido es una hembra. Necesito tu apoyo, tía.
No te comprenden porque tu profundidad queda lejos de su alcance. Cuando te preguntaron si “¿existen los hombres y las mujeres?” Contestaste magistralmente. “¿Qué es ser hombre o mujer? ¿Cuánta talla de pecho tenemos que tener para ser hombre o mujer?”.
En fin. Platón nunca te llegó ni a la suela de tus tacones femeninos que ahora, por suerte para ti, ya no son de Primark.