El PP ante la moción de censura
De la moción de censura presentada por el partido de la ultraderecha en el Congreso de los Diputados hay dos certezas. La primera es que se debatirá los días 21 y 22 de octubre, miércoles y jueves, y la segunda es que va a fracasar. Por lo tanto, vamos a presenciar el pulso que la ultraderecha le propone a los populares para ver quién obtiene el título informal de líder de la oposición, si Pablo Casado virado hacia su derecha o Santiago Abascal arrebatándole apoyos y votos al Partido Popular. A esto obedece todo, a la reducción del Congreso de los Diputados a un plató de televisión para ver quién es más que quién en el espacio de la derecha extrema.
Esta moción de censura no se presenta contra el gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez, ni contra los partidos que, de una u otra manera, le dan su respaldo en el Congreso de los Diputados. Esta moción de censura se presenta contra el Partido Popular, que corre el riesgo quedar arrinconada durante años por el mote de derechita cobarde, o bien puede aprovechar esta oportunidad para alejarse del extremismo de tintes fascistas y resituarse en el espacio de centro-derecha homologado en la Unión Europea. Esto es lo que muchos deseamos para no darle alas a los fantasmas del pasado.
Me consta que los contrastados demócratas que hay en el Partido Popular —porque los hay, por si alguien lo pone en duda— están asistiendo, con honda preocupación, tanto a la deriva que se aprecia en la dirección del partido cuanto al desconcierto que les está ocasionando la ofensiva desacomplejada de los nostálgicos herederos de la dictadura franquista. La dirección de los populares se ha inclinado hasta ahora por cubrir su flanco derecho olvidándose del otro, el que lo acerca al centro político, circunstancia que está aprovechando Ciudadanos, como parecen constatar las encuestas.
Lo que está claro es que la dirección del Partido Popular tiene que tomar una decisión. Según parece, no votará a favor de la moción de censura, pero ese gesto no es suficiente. ¿Votará en contra o se abstendrá? No es lo mismo un cosa que la otra, porque está en juego mucho más que un simple gesto político. ¿Quizá una tibia abstención para no correr el riesgo de que, votando en contra, se produzcan indisciplinadas fugas de votos en los escaños populares? No es indiferente, ya que los conservadores europeos observan al Partido Popular, sobre todo la canciller Angela Merkel, quien ha dado sobradas muestras de lo que hay que hacer con los nazis y los fascistas: aislarlos políticamente y perseguirlos penalmente.
Así que este es un buen momento para que regrese el Partido Popular de vocación europeísta y comprometido con la libertad, la igualdad de oportunidades, el progreso económico y el pluralismo político; el retorno de la formación que se autodefine como un partido de centro reformista y que, desde la moderación, trabaja por la España del encuentro, del diálogo y del consenso; la vuelta de la casa común donde conviven las familias conservadoras, liberales y democristianas de la política española, y que aglutina y refleja las ideologías más representativas del centro-derecha español.
Este es un buen momento para romper amarras con las veleidades que les propone Vox.