domingo, 09 marzo 2025

De Lisboa a Lanzarote: la lluvia y la memoria isleña

Lisboa ayer. Niños jugando al futbol sin problemas bajo la intensa lluvia en Colégio de São João de Brito

 

S. Calleja

Lisboa. 9 de marzo.

Son las 5:12 de la madrugada de hoy domingo 9 de marzo. Escribo este artículo desde Lisboa, en el salón de casa, donde el ruido de la lluvia contra la ventana no ha dejado de sonar desde hace siete días casi sin parar. Y eso me da alegría. No entiendo a la gente que no le gusta la lluvia, la verdad. Quizás sea porque nací en Lanzarote, una isla donde el agua caída del cielo es poco menos que un milagro. Aquí en Lisboa, desde que llegué en septiembre, he disfrutado de más lluvia que en toda mi infancia en Arrecife y Puerto del Rosario juntas. Para mí, es un espectáculo que nunca aburre, un placer sencillo que en mi tierra siempre fue escaso y, por eso mismo, enormemente valioso.

Foto. Lanzarote

Lanzarote es árida. No porque sea volcánica ni por esas cursilerías de paisajes lunares que tanto le gustan a los folletos turísticos, sino porque llueve poco. Y, además, cada vez llueve menos. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), la isla recibe de media apenas 140-150 mm de precipitación anual (AEMET, Centro de Datos de Lanzarote), lo que nos coloca en la categoría de desierto. Hay años en los que prácticamente no llueve, y otros en los que caen tres gotas que desesperan al personal. Ayer sábado y la semana pasada, en algunas zonas se recogieron cerca de 20 litros e incluso en carnaval algo más , por metro cuadrado. En Lanzarote, esto es considerado oro líquido; es la auténtica "tierra rara" de moda últimamente.

Foto. Lanzarote

Durante siglos, los lanzaroteños hemos desarrollado un respeto casi religioso por la lluvia. Nuestras familias de años atrás, la gente del campo y la ciudad, todos bendecían el agua. En aquellos tiempos, no había tuberías ni desalinizadoras: dependían del agua de lluvia almacenada en aljibes, maretas y gavias . El gran aljibe de cada casa era un tesoro, y los niños aprendían desde pequeños a no malgastar ni una gota. La Mareta de Arrecife, construida  en el siglo XVI, fue en su día el mayor depósito de agua de Canarias. Hoy es una ruina, testigo de una época en la que cada gota contaba.

No es casualidad que Lanzarote fuera conocida como “Pluviaria” en tiempos antiguos, un nombre que aparece en documentos históricos y que refleja hasta qué punto el agua de lluvia era la única fuente de abastecimiento (Centro de Datos de Lanzarote, Cabildo de Lanzarote).

Foto. Lanzarote

Cuando llueve en Lanzarote, la gente sale a ver llover. No es broma. Nos ponemos en la puerta, miramos al cielo, salimos con el coche para ver corre y caer el agua . Porque sí, en Lanzarote hay barrancos, aunque la mayor parte del año estén secos como el tollo. Pero cuando llueve, durante unas pocas horas, parecen ríos de verdad. Y la gente se emociona, los graba en vídeos, los comparte en redes. Se vuelve un acontecimiento.

Y luego está el olor. Ese olor. Si eres lanzaroteño, sabes a qué me refiero. Es una mezcla de tierra mojada, roca volcánica empapada y aire limpio que no se parece a nada más. Ese olor es la infancia, es abrir la ventana y saber que el día es especial. Que hoy el mundo es diferente.

Foto. Lanzarote

 

Lanzarote cambia con la lluvia. De repente, el negro y marrón del suelo volcánico se llena de manchas verdes. En unos días, nacerán nuevos bobos, las tabaibas se expandirán y el cerrajón empinado florecerá. Esta planta, endémica de Lanzarote, Fuerteventura y el sur de Marruecos, aprovecha cada gota para renacer en los riscos y laderas, transformando el paisaje efímeramente (Banco de Datos de Biodiversidad de Canarias, Gobierno de Canarias). Es un espectáculo breve, porque el agua no dura mucho, pero suficiente para recordarnos cómo sería la isla si la lluvia fuera más generosa.

Foto. Lanzarote

 

Desde que vivo en Lisboa, lo que más me sorprende es la indiferencia de la gente ante la lluvia. Aquí llueve de verdad: de media, 770-800 mm al año (Instituto Portugués do Mar e da Atmosfera, IPMA), más de cinco veces lo que cae en Lanzarote. Llueve tanto que hay días en los que nadie se inmuta. Pero yo sí. Porque vengo de un sitio donde la lluvia se espera, se celebra y se agradece.

Colégio de São João de Brito, Lisboa

 

La lluvia en Lanzarote no es solo agua. Es historia, cultura e identidad. Nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Es el eco de generaciones que aprendieron a vivir con escasez y a valorar lo que otros dan por sentado. Nos emocionamos con cuatro gotas porque sabemos que pueden tardar meses en volver. Y cuando llueve de verdad, aunque solo sea por un día, la isla entera respira distinta.

Foto. Lanzarote

 

Ahora, aquí en Lisboa, con la lluvia golpeando la ventana mientras escribo, me doy cuenta de que la lluvia forma parte de mí, de lo que significa haber crecido en Lanzarote. Y la próxima vez que caigan cuatro gotas en la isla, ahí estaremos todos, mirando al cielo, oliendo la tierra mojada y celebrando el regalo del agua. Porque en Lanzarote, la lluvia es más que lluvia: es vida.

Bingo sites http://gbetting.co.uk/bingo with sign up bonuses