El acto de presentación y descubrimiento de esta nueva figura en el municipio tuvo lugar en la tarde del domingo en la Plaza de la Iglesia de Soo.
Con este acto simbólico, el Ayuntamiento potencia y rescata una tradición con más de quinientos años de historia.
La escultura se ha erigido en reconocimiento a la entrega y dedicación de un grupo de personas al deporte de la pelotamano en el municipio de Teguise.
“El escoger el bote de la pelotamano es aportar un grano de arena al rescate y potenciación de este nuestro antiquísimo deporte”, ha declarado el alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort. “Desde el Ayuntamiento de Teguise hemos intentado que no se pierda, ofertando a los jóvenes que se han iniciado en el mismo, talleres y material, pero tenemos que continuar trabajando para que palabras como pelotamano, bote, tercio, salto, raya, pelota amagada, pajero o el ponche conejero, sean parte de todos esos elementos que forman nuestra identidad insular”, añadió Betancort.
Referencias históricas
Según cuenta el cronista oficial, Francisco Hernández, antiguamente se usaba un paredón de piedra, y aunque se desconoce su origen, algunos de los trabajos de investigación sobre el mismo, entre ellos el de Juan Manuel Hernández Auta, nos aporta que fueron los habitantes de Lidia sus inventores. Distintos juegos de pelota fueron practicados por los antiguos egipcios, romanos y mayas.
La práctica de estos juegos no obedecía simplemente a una actividad deportiva, sino que estaban relacionados con actos rituales y religiosos. La pelota simbolizaba un astro, sol o luna y el ganar o perder el juego estaba relacionado con la lucha entre la luz y la sombra.
Algunas referencias citan a la pelotamano lanzaroteña como una de las ramas del viejo “jeu de paume”, viejo juego del que era un gran jugador Gadifer de la Salle, el capitán que contrató Juan de Bethencourt para la conquista de las islas. A este jugador se le cita en 1372 como ganador de una partida de “jeu de paume” al duque de Borgoña.
Los juegos de pelota estaban extendidos durante la Edad Media por la Europa, inclinándose algunos investigadores que la llegada a Lanzarote de este juego estuvo en las manos de los normandos y potenciado después con la llegada de los castellanos.
Y aquí en esta tierra que pisaran los conquistadores, quedó junto a los caminos de Rubicón a la Gran Aldea, el “jeu de paume” y el testigo lo cogió, como otras tantas costumbres y tradiciones de esta tierra, la Villa de Teguise.
Las calles y plazoletas donde nuestros hombres practicaban este deporte, quedó registrado por los escribanos públicos en los testamentos y ventas al citar la situación de las viviendas y tierras objeto del documento, así figuran en los documentos de los siglos VXI y XVII, y en pleno siglo XX, como los de Teguise, Guatiza y Soo.
Muchos lanzaroteños que salieron de la isla en la época de las grandes hambrunas, continuaron practicando la pelotamano en el lugar al que emigraron, así vemos a José Guillén que residía en Cartagena de Indias al que se le reconocía como jugador de pelota en 1748.
Álvarez Rixo al referirse a las fábricas y artesanos que hay en Lanzarote a principios del siglo XIX, dice:
“Parece que estos habitantes aunque tienen excelente comprensión, se habían figurado que ellos nacieron sólo para sembrar, pescar y jugar a la pelota, y que las demás ocupaciones las destinó Dios para otros hombres”.
La pelotamano se extendió por los pueblos y aldeas de esta noble tierra, constituyendo a pesar del poco reconocimiento oficial que se le ha hecho, parte de las señas de identidad de esta isla, de las que hasta ahora únicamente eran sus valedores algunas personas mayores de los pueblos de Soo, Tiagua y Teguise, pero que existieron jugadores en la Vegueta, en Tinajo, porque ya habían desaparecido los jugadores de Tao, Tahiche, Haría, y Guatiza y que gracias a un hijo de esta tierra, enamorado de sus costumbres, nos ha recordado que además de la cebada, el folclore y la lucha, la pelotamano forma parte de nuestro patrimonio cultural, ese hombre es Juan Manuel Hernández Auta.
“Teguise escoge el bote de la pelotamano como símbolo de este acto, porque de algún modo representa esa tradición con más de quinientos años de historia, deporte que los lanzaroteños llevaron a otras islas, que se practicaba muchas veces para recaudar fondos en beneficio de los más necesitados, como fueron los organizados para los parados de Lanzarote y para los vecinos enfermos de Soo en 1934, deporte que en algunas épocas fue la única manifestación cultural de nuestros agricultores y marineros, quienes después de las faenas propias de su oficio se reunían en calles y plazas de tierra para jugar a la pelotamano, e incluso se jugaba cuando estaban de pastoreo con las cabras. Los días de fiesta sobre las cuatro de la tarde se iniciaban los partidos que duraban hasta la puesta del sol, había verdaderos desafíos entre los pueblos, en los que participan varios equipos, algunos duraban varios días.
Bajo el concepto de mito, ritual, fiesta o deporte la pelotamano no la pudo arrojar al olvido ni las hambrunas, ni las erupciones volcánicas, ni las emigraciones.