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De maestro en La Graciosa a autor recobrando voces: el Aldecoa que no se publicó

Ignacio Aldecoa, sobre un camello en una imagen de 'Imprescindibles' de TV2 y fachada colegio en La Graciosa

S.Calleja

El reciente hallazgo de dos novelas inéditas de Ignacio Aldecoa — Ciudad de tarde (1952) y El gran mercado (1953) — en los archivos de la censura franquista pone en el foco su figura en este año de su centenario, recuerda su voz cortante y realista, y despierta el interés por lo que fue y pudo haber sido su obra. Pero más allá de esas páginas ocultas durante décadas que salen a la luz estos días , hay una tinta más modesta, más silenciosa, que une a Aldecoa con nuestra islas: su paso por La Graciosa.

Una huella discreta… pero nuestra

Aldecoa vino a La Graciosa como maestro en los años cincuenta. Lo hizo cuando la isla aún vivía al ritmo de pocos: pescadores, camellos como transporte, casas bajas, vientos limpios y una comunidad pequeña . No era un escritor famoso cuando llegó — fue un profesor más entre pocos escolares —, pero ese tránsito dejó en él recuerdos, atmósferas, rostros, silencios.

Tal vez por eso, en sus relatos posteriores y en algunas novelas — aunque no en esas inéditas ahora rescatadas — asoma esa mirada de cercanía, ese realismo que sabe de austeridad, de paisaje crudo, de vida de insulares.

Este centenario es una buena excusa para recordarlo — no solo por sus páginas recuperadas, sino por ese paso humilde por estas tierras.

Redescubrir lo que nunca se publicó

Las dos novelas inéditas fueron aprobadas por la censura, pero nunca llegaron a ver la luz. Se creían perdidas, desaparecidas, hasta que archivistas minuciosos las hallaron guardadas en cajones polvorientos. Ahora salen del silencio: textos de juventud, de madurez temprana, llenos ya del pulso social que definió su obra.

No hablan de La Graciosa, ni de Lanzarote. Hablan de ciudades de posguerra, de mercados, de personajes de pueblo y ciudad. Pero su recuperación arroja luz sobre un Aldecoa más completo, más crudo, más libre. Y ese acto de rescate nos invita a retomar la memoria de su periodo canario.

La Graciosa también lo recuerda: un colegio con su nombre

Hoy, en La Graciosa,  como ya sabrán ,una escuela lleva su nombre: el colegio de la isla, una fachada sencilla — blanca, austera, palmeras a su alrededor — que simboliza que Aldecoa no es solo un autor nacional, sino también un maestro insular, una presencia entre nosotros. Esa imagen — la de su colegio — puede servir de portada para esta crónica: un puente entre pasado y presente, entre censura y memoria, entre Lanzarote-La Graciosa y la literatura española.

La foto del “camello escritor”: símbolo isleño

Junto a la portada, una foto de Aldecoa montado sobre un camello. Puede parecer un guiño pintoresco, incluso anecdótico, pero hay en esa imagen algo fuerte: el autor junto a un símbolo de transporte de aquel tiempo , un camello, un animal duro . Esa fotografía — probablemente tomada  durante su estancia docente — es más que una postal; es una metáfora: el escritor que llegó sobre un camello, se bajó y enseñó, vivió, aprendió de nosotros.

 

Por qué a nosotros — Lanzarote y La Graciosa — nos debe importar

Porque en Lanzarote y sus islas también han vivido voces reconocidas: desde Vázquez‑Figueroa hasta José Saramago, nombres grandes que han mirado este mar, este viento, esta roca volcánica como telón de fondo de sus relatos. Pero también hay heridas: censura, silencio, olvido.

Recordar a Aldecoa — su estancia, su escuela, su pluma — es rescatar una página de nuestra memoria cultural. Es rendir homenaje a quien pasó por aquí cuando apenas éramos islas apartadas. Es insistir en que nuestras arenas y vientos importan, que merecen más que turismo: merecen ser parte de la literatura que nos refleje.

 

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