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La mirada del amanecer y la factura: ¿quién se quedará la luz?

Foto. Elpejeverde.com. Nordeste de Lanzarote 

S,Calleja

Al despuntar el día al nordeste de Lanzarote, una formación nubosa reveló dos semblantes y se asomó al vasto océano Atlántico. La instantánea fue capturada en marzo de 2017, sin prever que en 2025 seguiríamos debatiendo acerca de la captación y distribución de la energía que emanan esas figuras cada mañana. Pasados ocho años, la escena se alinea con el dilema actual: optar entre aprovechar la luz en proximidad o extenderla sobre extensiones de terreno rural. La imagen habla por sí sola; la elección, en cambio, requiere reflexión.

 

Antes de profundizar, es pertinente presentar a Pedro Hernández, un activista y educador local involucrado en movimientos sociales de Lanzarote. Ha participado activamente en diálogos públicos sobre temas relacionados con el territorio y la energía en Canarias. Su voz no emana desde un despacho corporativo, sino desde una trayectoria cívica marcada por la divulgación y la presión social. Su premisa fundamental es abogar por una transición descentralizada que priorice el autoconsumo, las comunidades energéticas y las áreas ya urbanizadas (almacenes, estacionamientos, techumbres públicas), con el suelo rústico como límite infranqueable. En este contexto, Hernández plantea su postura: “Que los recursos beneficien a los habitantes de Canarias, que no dañen el territorio y que se entienda que son un bien compartido”.

 

Hernández argumenta que la planificación previa favoreció un enfoque centralizado, con mapas eólicos y fotovoltaicos concebidos para grandes empresas, sacrificando así el paisaje. En sus palabras, esto equivale a “poner nuestros recursos al servicio de los grandes grupos energéticos”. A su parecer, la tecnología ha transformado el escenario: paneles más eficientes y baterías asequibles posibilitan generar y almacenar energía cerca de la demanda sin requerir más espacio: “Es mucho más práctico instalar en áreas ya construidas con sistemas de almacenamiento”. Por tanto, cuestiona los proyectos masivos que “alteran la singularidad” de Lanzarote y menciona el caso que ha avivado la controversia: la propuesta de Iberdrola para un desarrollo fotovoltaico a gran escala entre San Bartolomé y Arrecife. Su advertencia es clara: “Estamos en un momento crítico”.

 

El enfoque se desplaza entonces de lo teórico a lo práctico: costos y territorio. Si la energía de esos dos semblantes del amanecer se aprovecha en techos de colegios, estacionamientos y áreas industriales, los beneficios económicos y laborales tienden a quedarse en la isla. En cambio, si se opta por recolectarla en terrenos rurales, el impacto visual y agrícola se intensifica, y la contribución local queda por demostrar. Hernández aboga por transparencia en los procesos y documentación, y rechaza soluciones normativas apresuradas: “No vamos a colaborar en la destrucción de la isla. El modelo de transición debe ser descentralizado”. La fotografía de 2017 y la discusión actual de 2025 relatan la misma historia con dos rayos de luz sobre el océano: o afrontamos la situación con claridad y regulamos el autoconsumo de forma coherente, o permitimos que otros decidan dónde caen esos destellos. Firmo la crónica y regreso a la imagen: los semblantes del alba permanecen; ahora debemos determinar si los aprovechamos con sensatez o con indiferencia.

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