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Sin cruz ni bolas: Arrecife mucho más libre (dicen)

Foto Plaza de Las Palmas

Pejeverde

El partido socialista en el cabildo, con Ariagona de abanderada, finalizó la sesión del cabildo de Lanzarote hace unos días con un reconocimiento. No se restaurarán ni la cruz ni las bolas del antiguo monumento cerca de la Iglesia de San Ginés en plena Plaza de Las Palmas. "Triunfo", "avance", "recuerdo democrático", dicen los del PSOE: todo en orden y felicidad contenida para, se supone, miles de arrecifeños y porqué no , de toda España y resto del mundo por esto de los turistas.

La escena fue breve. A pesar de los intentos del PP en la primera institución, no tuvieron éxito. Los socialistas celebraron como si hubieran logrado algo monumental en lugar de simplemente mover cuatro o cinco bolas blancas y una cruz gris. Cada uno es libre de sus emociones, y nada supera a un símbolo cuando se busca generar impacto. Además, los símbolos tienen la ventaja de caber en un mensaje breve, no requieren largos procesos de construcción ni licitaciones, y permiten un argumento moral en tres partes.

Mientras tanto, las verdaderas prioridades siguen su curso, discretas y persistentes como siempre. Ni siquiera el conocido CIS de Tezanos —tan mencionado por unos y criticado por otros— sitúa este tema entre las preocupaciones principales. Utilizarlo como referencia es arriesgado; sin embargo, incluso así, es difícil imaginar que la eliminación de la cruz y las bolas sea una preocupación relevante para la ciudadanía. ¿Alguien vio cambiada su vida tras el pleno por este motivo? Es una pregunta simplona, lo sé.

El día transcurrió según lo planeado. Objetivo logrado: el PSOE consiguió su imagen y su lema para la propaganda digital. Uno podría suponer —con un toque de ironía— que los habitantes de Arrecife se sienten ahora más tranquilos, libres y felices sin esas "bolas y cruz llenas de odio" que, hasta ayer, enturbiaban la plaza. Como si se hubiera eliminado una barrera moral y de repente el ambiente fuera más puro.

 

No se trata de ignorar la memoria, por supuesto, sino de moderar la exaltación. Celebrar un gesto menor como si fuera una corrección total de la historia parece más un macanazo pasajero que algo duradero. Además, cuando un logro se limita a mover tres piedras y pronunciar unas palabras solemnes, es importante recordar que las instituciones tienen una función más allá de acumular trofeos simbólicos.

En resumen, tarea cumplida y titular obtenido. La cruz y las bolas no regresarán; el debate, sin duda, continuará. Los símbolos siempre reaparecen cuando es conveniente. Las soluciones a los verdaderos problemas, ya veremos.

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