Un año sin caza: NC, ¿sí o no? (¡no hay huevos!)—de perdiz o de cuervo
Bruno Santana , NC Haría
S. Calleja
NC nos ha enviado un artículo de opinión sobre agricultura y caza en Lanzarote, firmado por Bruno Santana. Él mismo se presenta como militante de NC-BC en Haría y agricultor. Punto de partida claro y, sobre el papel, legítimo. Y sí, ya sé que lo que voy a plantear roza lo imposible: por las licencias de caza que hay, por los votos que se arriesgan… y por la falta de valor del político de turno, que se hace popó en los calzoncillos cada vez que se señala a cazadores y cazadoras (esto de ellas es en nombre del “progresismo”). Aun así, vamos.
La verdad es que me extrañó lo que viene después. Que un partido que busca acreditarse como progresista e izquierdista elija un relato que suena a respaldo de la caza como solución “general” y que, además, meta en el mismo saco perdices, palomas y cuervos… suena a timple desafinado. Y es que no todo lo que vuela se gestiona igual: no es lo mismo la perdiz moruna o la paloma bravía —que tienen su régimen— que el cuervo canario, que es otra historia y muy delicada.
A quienes repiten que “sin caza llega la superpoblación” —sobre todo de conejos— les propongo algo sencillo y medible: moratoria de un año sin caza deportiva en la isla. Una campaña completa, con datos a la vista y seguimiento técnico —conteos, peritajes, parcelas testigo—. ¿Que dirán que no hay huevos? Pues eso: ¡no hay huevos!!! Y si, al cabo de ese año, los informes serios acreditan una invasión de conejo con daños de verdad, entonces sí: emergencia cinegética puntual y exclusiva para el conejo. Localizada, temporal, supervisada; como una operación quirúrgica: se entra, se resuelve, se sale. Lo digo con calma: menos liturgia de la escopeta o perro y más ingeniería agraria.
¿Y las perdices? Aquí me gustaría ver luz larga, no perdigonazos de plomo. ¿Qué daño concreto y dónde? Pongo un ejemplo cercano: un bancal —ese “monturro” de batata recién emergida que todos conocemos— es vulnerable, sí, pero no se aborda igual el picoteo esporádico en un margen que un ataque sistemático en varias parcelas contiguas. Para lo primero, protecciones físicas, redes finas, cintas disuasorias, cambios de calendario; para lo segundo, estudios de campo, peritajes y, si de verdad se acredita impacto relevante, captura selectiva y medidas focalizadas. No hace falta convertir a la perdiz en enemigo público número uno para colar semanas extra de caza. Hace falta precisión y —perdón por la obviedad— trabajo de botas en la tierra.
Y ahora, lo del cuervo. Aquí no hay matices bonitos: el cuervo canario es una especie protegida y está en una situación frágil. ¿De verdad queremos que la ciudadanía lea que es “fauna problema” en el mismo renglón que la perdiz y la paloma? ¿Estamos insinuando que habría que dispararles? Espero que no. Además, por pura higiene democrática, conviene recordar que cuando aparecen cuervos muertos o envenenados lo que toca es investigación y prudencia, no pólvora. Se están investigando episodios de envenenamiento en el norte de la isla; lo responsable es proteger, esclarecer y sancionar, no abrir más calendario de tiros. Un progresismo serio distingue entre control cinegético de especies comunes y protección estricta de un endemismo en riesgo.
En resumen, si NC pretendía defender al agricultor —que falta hace—, lo sensato es afinar el mensaje: agua garantizada, formación útil, guardería rural que se vea, evaluación pública de daños y una regla simple para la fauna. Un año sin caza deportiva; si el conejo desborda de verdad, emergencia quirúrgica y a otra cosa. La perdiz, con lupa y datos; el cuervo, intocable. Y es que el campo no se gobierna a golpe de consigna: se gobierna con cuadernos de campo, con fechas, con seguimiento y con sentido común.
Termino con una confesión que juega a mi favor: no me gusta la caza. Y, aun así —o precisamente por eso—, intento ser justo. Conozco el tópico condescendiente que algunos usan para blanquear prejuicios (“no tengo nada contra tal colectivo… tengo amigos que lo son”). No voy por ahí. Lo digo con respeto y sin ánimo de ofender a nadie: tengo amigos que cazan y los aprecio, pero discrepo de la caza como solución por defecto. Podemos cuidar los cultivos y respetar a las aves a la vez. Con menos ruido, más datos… y un poco de cabeza.
Artículo de Bruno
LA REALIDAD DE UN AGRICULTOR NORTEÑO EN LA ISLA DE LANZAROTE
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10:33 (hace 6 horas) |
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Lanzarote, una isla donde la actividad agrícola empezó muy temprano, donde en épocas atrás, cualquier lugar cultivable era aprovechado por el humano; una isla, que, por la dificultad de su territorio, escarpado, árido y volcánico, obligó al agricultor a desarrollar técnicas propias de cultivo, hoy enseña al mundo sólo los vestigios de una actividad que muere cada día.
Tras el confinamiento al que nos obligó el COVID19 en el año 2020, muchas personas, buscaron salida residencial hacia el espacio abierto, lo que ha tenido como consecuencia que mucha parte del suelo agrícola cultivable pase a tener sentido urbanístico, encareciendo el precio del suelo agrícola, siendo por tanto imposible adquirir una finca para su trabajo, lo que supone no dejar crecer la agricultura ni dejar crecer a las personas como agricultores o agricultoras.
¿Y qué decir del agua?, cada día vemos noticias de cortes de suministros en los pueblos, pero si ponemos el foco en la parte agrícola, para la cual el agua es indispensable para la vida del cultivo, el panorama es aún peor, encontrándonos con una falta de garantía en el riego, puesto que el suministro de agua agrícola te puede llegar o no, con la imposibilidad de planificar un calendario de riego y ya las lluvias van escaseando hace años. Y no hablemos de las fincas que en el Municipio de Haría llevan una década pendiente de dotación de punto de conexión con agua agrícola, hecho que implica que dichas fincas no sean explotadas agrícolamente.
Este abandono agrícola, sumado con las restricciones a la cacería, tiene incluso sus consecuencias a la propia agricultura en sí, suponiendo uno de los mayores riesgos y es que el daño que podían causar los animales como cuervos, perdices y palomas a la cosecha, antes estaba repartido al cultivarse casi el 100% del suelo agrícola de la isla, mientras que ahora este daño se concentra en aquellos pocos cultivos que se encuentren en la isla, esos llamados oasis agrícolas que son el vergel de los animales. Y no sólo los animales son una amenaza para el cultivo, siéndolo también el hombre que provoca esos robos de cultivos en las noches, destrozando todo lo que encuentra a su paso o haciendo ese mal uso del suelo por desconocimiento de las técnicas específicas de cultivo de cada lugar cultivable.
Lanzarote no puede permitirse perder la agricultura, y esto quedó demostrado durante 2020, no sólo el turismo puede ser el motor económico de una isla, también debe tener sus propias actividades primarias. Nuestra agricultura necesita promoverse, necesita enseñarse a las nuevas generaciones el cuidado del campo, necesita pasar de generación en generación y sobre todo necesita de nuestras administraciones.
Es urgente que se tomen medidas, y no sólo hablo de incentivos económicos, sino medidas realistas, como dotar de punto de agua de conexión agrícola a todo suelo cultivable que se quiera explotar, garantizar el suministro de agua agrícola de forma estable y permanente, sin cortes ni interrupciones, impartir formación de técnicas de cultivo y cuidado del campo a los nuevos agricultores, establecer la figura de guardias rurales que garanticen seguridad a los cultivo o cámaras de vigilancia, estas junto con otras medidas podrían suponer una salvación a nuestra agricultura, actividad en decadencia y abandono, pero necesaria para la supervivencia de la vida.
Bruno Santana, militante de NC-bc en Haría y agricultor del municipio.