Logo

Progreso sin raíces: la tala absurda que desnuda la incompetencia urbanística

S.Calleja

La sentencia está dictada. No es un dictamen oficial, ni un informe técnico inapelable. Es el veredicto de una burocracia sin imaginación, sin capacidad de comprender lo que significa un árbol en la trama de una ciudad. En la plaza de San Ginés, una casuarina de décadas de vida espera su ejecución. Su delito: existir en el lugar equivocado, donde alguien ha decidido que el progreso se mide en toneladas de hormigón y no en metros cuadrados de sombra.

Esta tala no es una anécdota. Es una declaración de principios. Lo que está en juego no es solo la vida de un árbol, sino la idea misma de ciudad que defienden quienes nos gobiernan. Y la conclusión es clara: en Arrecife, la modernidad significa erradicar lo vivo para imponer lo muerto.

 

El caso sería distinto si la casuarina estuviera enferma, si sus raíces destrozaran el pavimento o si existiera una justificación técnica indiscutible para su eliminación. Pero no. Existe un informe del propio Ayuntamiento que descarta su tala. Y sin embargo, el Cabildo sigue adelante, desoyendo su propia normativa de jardinería, que exige preservar los árboles en cualquier remodelación urbana.

¿Y entonces? ¿Por qué? La respuesta es tan ridícula como aterradora: porque pueden. Porque el árbol no vota, no se queja, no firma peticiones en Change.org. Porque la política local ha hecho del pragmatismo su única ideología y de la improvisación su única estrategia.

 

No deja de ser curioso que una capital tan pobre en arbolado como Arrecife considere prescindible uno de sus pocos ejemplares emblemáticos. En una isla castigada por el calor, donde las zonas de sombra son un lujo escaso, la lógica indicaría que cada árbol vale más que una farola, más que una rotonda ornamental, más que una plaza pavimentada con losetas de diseño escandinavo.

Pero no. Aquí preferimos el asfalto ardiente y la estética de polígono industrial. No importa que la ciencia haya demostrado hasta el cansancio que los árboles reducen la temperatura urbana hasta en ocho grados, que absorben el CO2 y filtran partículas contaminantes, que están directamente vinculados a la reducción del estrés y la mejora de la salud mental. Todo eso da igual. Aquí, el progreso es un erial.

 

No se trata de ser ecologista, ni de abanderar un sentimentalismo barato por un árbol en particular. Se trata de una pregunta elemental: ¿Qué ciudad queremos? ¿Queremos una Arrecife sostenible, que preserve lo poco que le queda de identidad y vegetación? ¿O preferimos un decorado de cemento, una ciudad sin alma, sin historia, sin memoria?

Nueva Canarias-Bloque Canarista, los ecologistas y los vecinos han dado la alarma. Pero en realidad, el problema no es solo este árbol. Es el modelo de ciudad que lo condena. Arrecife no es un ejemplo de urbanismo, ni de planificación, ni de modernidad inteligente. Es un experimento fallido, una improvisación permanente, una acumulación de decisiones erráticas disfrazadas de progreso.

Si talan la casuarina de San Ginés, lo que habrán logrado no será mejorar la plaza, sino dar otro paso más hacia la despersonalización de Arrecife. Habrán ejecutado un crimen perfecto: matar lo poco que nos queda de ciudad para reemplazarlo con un espejismo de modernidad.

© Elpejeverde.com. Todos los derechos reservados